Carmen Prieto Ribó: «A los adultos nos falta humildad con los niños»

Durante los primeros años de vida, los niños construyen su forma de verse a sí mismos, sus relaciones sociales y su manera de ver el mundo. En esa etapa se adentra Carmen Prieto Ribó, vecina de El Escorial y neuroeducadora, en “No me grites, abrázame”. Cofundadora de la Asociación Española de Crianza Respetuosa y Consciente, además de asesora de familias y profesionales, incide en la necesidad de “conectar con la infancia” y reforzar la “comunicación positiva” para educar desde el amor, el respeto y la libertad.

¿A quién se dirige “No me grites, abrázame?

En un primer momento está dirigido a padres, madres y profesionales, pero luego también me di cuenta de que, con lo difícil que es conciliar en este momento, los niños pasan mucho tiempo con otros miembros de la familia, así que pensé que quizá también podía ser una buena idea para abuelos, tíos y demás. Pero realmente creo que es un libro para la sociedad, para saber tratar a un niño, porque la infancia está totalmente desplazada de la sociedad, cuando lo único que les separa de nosotros es la edad. Son personas, pero no son tratadas como tal. Los primeros años de vida, que es cuando se forma su personalidad, están escuchando constantemente frases como “eres malo”, “pórtate bien”, “no obedeces”, “cállate”, etc. Son frases poco motivadoras para fortalecer su personalidad.

¿Cuál es tu consejo para aquellas familias que se desesperan, que no saben cómo hacerse con sus hijos?

Creo que el problema muchas veces es que a los adultos nos falta humildad y pensamos siempre que la culpa la tiene el niño, pero la parte que nos estresa a nosotros no es que esté llorando, son otros factores: que no hemos tenido un buen día, que tenemos prisa, que nos duele la cabeza… Y ese malestar se vuelca luego en el niño. Cuando decidimos ser padres o profesionales de la infancia sabemos que los niños lloran, y con eso deberíamos contar. Me parece importante que seamos humildes y responsables. ¡Es que ha tirado ese vaso! Sí, pero ¿quién ha dejado el vaso ahí? Y también es importante el autocuidado, porque muchas veces se nos olvida que somos personas individuales, aparte de madres, padres o profesionales, que antes de formar nuestra familia también teníamos nuestros hobbies y momentos de ocio. Luego eso se nos olvida y me parece fundamental incluso agendar ese rato de autocuidado, de bienestar, dar un paseo, hacer yoga, tomar un café con una amiga… algo en lo que estemos pensando en nosotros mismos durante un momento. Porque si no, todo ese malestar después de un día largo se vuelca con la familia. A partir de ahí, el niño llora y el nivel de estrés aumenta totalmente; y si gritas, el nivel de estrés del niño aumenta más…

¿La crianza respetuosa es un concepto que no se circunscribe únicamente a la relación con el niño, sino que es también un estilo de vida?

Sí, siempre digo eso. Es un estilo de vida para vivir en calma, vivir en familia de una forma consciente y disfrutada, y no estar constamente con el grito y el castigo en la boca. Se trata de vivir en un ambiente de disfrute y felicidad.

¿Crees que se abraza poco y se castiga demasiado?

Es que está el castigo tan normalizado que se ve en cualquier momento. En la calle, incluso en el parque, que debería ser un momento de ocio y libertad. Cuántas veces no habremos escuchado eso de “comparte y si no, nos vamos”. Eso ya es un castigo. Tú quieres que comparta porque te sientes mal por los otros padres, cuando en realidad el niño está disfrutando con su juego y además no tiene una percepción temporal, no lo entiende. El castigo está a la orden del día. Hace nada incluso he visto cómo daban un bofetón en la calle a un niño; eso está normalizado todavía. Pero si fuera un adulto el que le diese un tortazo a otro adulto, entonces seguramente allí estaría hasta la Policía.

¿Es también una cuestión de empatía, de aprender a ponerse en el lugar del niño?

Sí, totalmente, y además tenemos que pensar que aunque los niños estén en proceso de desarrollo tienen sus emociones, sus sentimientos, y se les hace muchísimo daño con frases que se les dicen o con el simple hecho de ignorarles. El mismo hecho de no agacharte para hablar a su altura hace que ya le estés hablando con una jerarquía: yo estoy por encima de ti. En ese sentido, hay mucho por hacer.

El castigo está tan normalizado que se ve en cualquier momento. En la calle, incluso en el parque, que debería ser un momento de ocio y libertad.

Esto a priori puede entrar en contradicción con la necesidad de poner límites…

Es que los límites son muy importantes en la crianza respetuosa, porque la gente a veces confunde esto con no poner límites. Están los extremos: lo autoritario y lo absolutamente permisivo. Se trata de buscar un equilibrio; siempre hay que poner límites, pero con coherencia y los que de verdad son importantes, porque muchas veces nos pasamos: “No te subas, no hagas esto, no hagas lo otro…”, y ya no saben a qué hacer caso. Por eso hay que poner los límites que verdaderamente son importantes, por su seguridad y por la de los demás. Entonces ya lo toman de otra forma, sobre todo si lo reciben de una forma educada: “No hagas esto porque es un poco peligroso”, “tienes que cruzar de la mano porque puede venir un coche”… Hay que explicarles las cosas, crear una comunicación, eso les gusta y con eso sí que se quedan. Pero con un “no” tajante y lleno de límites por todos los lados, no saben a qué hacer caso. Si tienes un jarrón en casa y no para de tocarlo, igual lo que tienes que hacer es buscar otro sitio para el jarrón; nosotros somos los adultos. Luego también se les pide cosas que nosotros no hacemos: no digas palabrotas, cuando en casa las está escuchando; o no grites, cuando tú mismo ya le estás gritando. Tenemos que relajarnos con los niños, porque hay mucha tensión.

¿Qué te transmiten las familias y la gente que ya ha leído el libro?

Mira, por ejemplo, el otro día me escribía una enfermera que no tiene hijos ni sobrinos, pero lo leyó porque es enfermera de pediatría, y para mí eso es muy gratificante. Me decía que es la primera que cuando va a pinchar a un niño le dice que no duele o que no es para tanto, y que con esto se he dado cuenta de claro que les duele y que tenía que ser más empática con ellos. También personas a las que les ha hecho pensar, que son muy tradicionales y que están en ese círculo vicioso que es el “a mí me educaron así y no me fue mal”. Esa frase me la dicen mucho y no puedo con ella.

¿Y qué les dices cuando escuchas eso?

Pues que creo que es importante que nos demos cuenta de que en nuestras generaciones no hemos olido la educación emocional, y hay muchos estudios que demuestran que la palabra, la comunicación, el hecho de tener en cuenta a los niños, hace que sean más fuertes en su personalidad y su autoconfianza. ¿Por qué no hacerles ese regalo que a nosotros no pudieron darnos? Y no nos lo dieron no porque no quisieran, sino porque esa información no estaba, pero ahora la tenemos y es absurdo no cogerla si está ahí.

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