El Galapagar se desploma ante el vertiginoso Atlético de Madrid C de un Jesús Barrios estelar (1-8)

El Galapagar fue goleado sin piedad por el Atlético de Madrid C, y con ello saltó hecha añicos su imbatibilidad en El Chopo, donde la gente asistió bajo la incesante lluvia del sábado a una exhibición visitante sin precedentes, pasando de la expectación a la incredulidad, y luego a la resignación más absoluta. Fue un 1-8 que, en los momentos más críticos, pareció que se iría a los dobles dígitos, con el Galapagar sonado en el campo, algo que en clave boxística indica la pérdida de facultades a base de encajar golpes.

Fue una carnicería en toda regla, sobre todo en la segunda parte, en la que el filial rojiblanco pareció buscar un castigo ejemplarizante: tras el 1-4 al descanso, metió otros cuatro goles en poco más de veinte minutos y tuvo otros tantos para elevar la goleada a guarismos históricos en Tercera, con un fútbol de otra velocidad, jugado de memoria por su formidable frente de ataque, liderado por el mejor futbolista que ha visto El Chopo en todos estos años de vino y rosas: Jesús Barrios Saborido.

El cuadro serrano, lastrado por las bajas, encaja la mayor derrota de su era dorada ante un filial rojiblanco pletórico, liderado por el hat-trick de su perla jerezana

Jesús intenta superar a Pliego / Fotografías: Vidal Fraguas
Jesús intenta superar a Pliego / Fotografías: Vidal Fraguas

El juvenil jerezano, fichado en edad todavía cadete al Atlético Sanluqueño, cuando ya goleaba en División de Honor y entrenaba con los mayores en Primera RFEF, fue un espectáculo de desborde, gestos técnicos, pases milimétricos, inteligencia para buscar los espacios. Lo tuvo todo. Un arma letal que, para más inri, conectó a la perfección con las otras piezas, una de ellas, Javi Alonso, especialmente motivada para cobrarse cumplida venganza del curso pasado, cuando su gol en El Chopo no le sirvió de nada al filial aún llamado CUC Villalba, y cuando Marcos Gil cerró la puerta al playoff rojiblanco con su último servicio al Galapagar, aquel gol para la historia del 0-1 en ‘pseudoderbi’ de fin de época en Alcalá de Henares.

El menudo 7 del Atlético seguramente pensó en ello cuando celebró con rabia el 0-1, una jugada activada por Caste, compañero en aquellas historias, y que derivó en el medido centro de David Arza para su ejecución al toque en el primer palo, con el balón superando a Pascu por el ángulo largo. Alonso gritó el gol, se tiró al suelo para ser agasajado, y dos minutos después maniobró de forma sutil en el balcón del área para servir a Sergio Vinatea el 0-2 que mandó a la lona a un Galapagar que, hasta esos mazazos, había firmado un primer cuarto de hora convincente, con dos disparos peligrosos de Monzón y las amenazas habituales de More, hoy por hoy, su jugador más desequilibrante.

El Galapagar entró bien al partido, generó las primeras ocasiones, pero se vio desarbolado tras el primer gol de Javi Alonso, y sólo el gran tanto de Figueroa que significó el 1-3 provisional le dio una mínima esperanza, antes de ser definitivamente vapuleado en la segunda parte

El impacto de los primeros goles hizo saltar las costuras del equipo, más frágiles que nunca por las bajas. Sin Heras, sin Tenorio, sin Conde, el Galapagar sangró por los laterales, donde Javi Zamlrano tuvo que tirar de Sergio Pliego en la derecha y de Young Been en la izquierda, en la primera titularidad del surcoreano. Los dos terminaron sufriendo un calvario, ante las precisas y rápidas triangulaciones del Atlético C, que se manejó con una claridad de ideas apabullante. Así quedó reflejado en el tercer gol, de nuevo con Javi Alonso alimentando la banda de Arza para que el lateral internacional sirviese en bandeja el 0-3 de Barrios, con sólo 25 minutos jugados.

Amago de reacción

Tras ese gol, todo el Galapagar se reunió en una piña para animarse y corregir, quizá también para demorar el saque de centro y frenar así la hemorragia. Y el caso es que la conjura pareció funcionar: de inmediato, Figueroa recibió un balón de Monzón en la semiluna y retrató a Arza y Raúl Girona con un doble regate exquisito, del que salió libre para batir a Álvaro Moreno. Un golazo que despertó al Galapagar, con más de cuarto de hora hasta el descanso para agarrarse al partido. Y pudo hacerlo, sobre todo en un disparo combado de More que el portero rojiblanco sacó a mano cambiada junto al larguero, ya con El Chopo creyendo en la reacción, soñando con los tres goles levantados ante el Alcalá. Sin embargo, había demasiados cabos sueltos, entre ellos la cadena de errores individuales forzados por la incesante presión arriba de un Atlético muy ambicioso, dispuesto en todo momento a no levantar el pie del acelerador.

Con el partido acariciando el descanso, Vinatea intuyó una cesión atrás de Pliego, demasiado floja para la intensidad de la presión, el delantero se anticipó a Pascu y fue aparentemente derribado por el portero. Cabedo Figueredo cobró el penalti, muy discutido por la grada, porque pareció que el delantero dejaba la pierna atrás y simulaba el enganchón a la salida del regate, y Barrios hizo el 1-4 desde los once metros con suspense, puesto que Pascu adivinó la trayectoria y paró el balón, pero no lo suficiente para que traspasara la línea.

Javi Zamorano admitió haber vivido su día más duro en el banquillo: “Creo que el equipo no se lo merece, estamos trabajando muy bien. Ha sido un cúmulo de despropósitos”

Diego protege el balón ante Gonzaga / Fotografías: Vidal Fraguas

Debacle definitiva

Para desgracia del portero, así le pasó otras dos veces en la segunda parte en otros dos goles, el quinto, obra de Vinatea tras otro regalo en la salida de balón galapagueña, y en  el séptimo de Jairo, remachado a bocajarro. Fueron otros cuatro tantos en 23 minutos de una segunda parte aciaga, en la que el Galapagar fue abierto en canal por transiciones ejecutadas al primer toque, y en no más de tres pases. En ese contexto, el 1-6 de Jesús Barrios sacó el retrato más fiel de la exhibición: el jerezano recibió un sensacional pase al espacio de David Fernández, sacó de rueda con una facilidad pasmosa a Pliego, expuesto a campo abierto y obligado a recular, y definió en carrera con una picada sutil a la escuadra para completar su hat-trick. Un gol de crack.

Para cuando el Atlético subió al marcador el 1-8, obra de Mariano, mucha gente había abandonado El Chopo, al ver que el reloj aún marcaba el minuto 72. Nadie había visto caer al Galapagar con ese estrépito: ni en el 1-5 encajado el primer año de Tercera ante el Atlético de Madrid B de Giuliano Simeone y Carlos Martín, ni en el 0-5 del RSC International que hizo que el entrenador de entonces, Jaime Juanas, se acercara a la grada a encajar las críticas de los aficionados.

Esta vez todo el mundo lo admitió con resignación, con un amplio sector aplaudiendo a los jugadores en su despedida, y reconociendo que en Tercera pueden salir días así, máxime con una pila de bajas sustanciales -a ella se sumó la del portero Nacho Esteban, accidentado en una mano y baja hasta el año que viene-, para encarar a un filial de equipo grande con jugadores escogidos, reclutados con cantidades que podrían por sí solas pagar una plantilla como la del Galapagar durante tres o cuatro temporadas. Otra galaxia o, como dicen muchos, otra liga que debiera ser la de los filiales. Pero eso es otra historia, a la que no se quiso agarrar Javi Zamorano, en su peor día en El Chopo: “Creo que el equipo no se lo merece, estamos trabajando muy bien. Ha sido un cúmulo de despropósitos”. El técnico tiene trabajo por delante para levantar los ánimos, de cara a la próxima cita del próximo sábado ante el México -San Blas, 16:00 horas-.

Jaime Fresno

Send this to a friend