De las “locas de los gatos” a las cuidadoras, así gestiona el Ayuntamiento de Collado Villalba las colonias felinas

Son gatos, pero no unos mininos cualquiera, son callejeros. Y, a pesar de lo que esta palabra pueda acarrear, no están desatendidos. Reciben todo tipo de cuidados, desde la alimentación hasta veterinarios (desparasitación, vacunas, esterilización, medicinas…) y la instalación de casetas y comederos, gracias al proyecto de Gestión Ética Municipal que ha puesto en marcha el Ayuntamiento de Collado Villalba, a través del área de Sanidad. Forman parte de él, Mariam García e Hilda Soto, dos de las vecinas cuyo amor por los animales les ha llevado a realizar el curso para gestionar colonias felinas, por el que han recibido un carné que les acredita a realizar esta labor de forma voluntaria. Antes, 11 años en el caso de Mariam y desde 2002 en el Hilda, lo hacían sin haber recibido ninguna formación.

Hasta el momento se han contabilizado un total de 52 colonias en todo Collado Villalba, pero se cree que hay alguna más, cuyo número de miembros varía.

Antes de que el Ayuntamiento pusiera en marcha el proyecto CER (Captura, Esterilización y Retorno) eran ellas las que sufragaban todos los gastos que genera un animal de estas características; desde la esterilización, cuyo precio oscila entre los 60 y 90 euros, -cantidad de la que ahora se encargan las arcas municipales-, hasta la comida, un desembolso que, aunque siguen pagando ellas, pronto esperan que cambie gracias a una subvención que está gestionando la Concejalía de Sanidad.

Cada una -hay más mujeres que hombres desempeñando esta labor- se encarga de cuidar una colonia. «Intentamos que tengan una vida lo más cómoda posible porque ellos no pidieron nacer en la calle», señala Mariam, que recuerda que cuyo ella llegó, en su colonia había 30 ejemplares y hoy en día, gracias al CER, el número se ha reducido a siete. «Ellos están aquí porque abandonaron a seis gatitos en una cajita y un vecino les hizo una gatera y se han acostumbrado a estar aquí y lo consideran su casa».

Su labor también se extiende al juego y a pasar rato con ellos -«a ellos les gusta que estés por aquí y se sienten protegidos»- y a explicar a los vecinos las ventajas de tener cerca a estos animales. «La mayoría de los vecinos respeta a estos gatos y más después de explicarles que tienen ventajas como que no hay ratas ni ratones -durante la entrevista vimos los restos de una paloma- y que no es un problema de salud, ya que al estar cuidados, no tienen enfermedades ni paren constantemente. Cuando tienes conflictos con los vecinos, intentas hablar con ellos y al final consigues llegar al entendimiento».

«Yo conocí el programa CER a través de otras gestoras y del propio Ayuntamiento, que nos ha dado formación. No se trata de alimentar a los gatitos, sino que hay que ver que cómo se gestiona realmente una colonia», defiende Hilda. «Somos colaboradores, no solo les alimentamos, mantenemos limpio los sitios donde están cada diez días, les lavamos las mantitas…». Algunos, además, prestan su propia casa para acoger a ejemplares enfermos o de nuevas camadas. Ella confiesa que tiene siete gatos en su propia casa, a los que se añaden los enfermos esporádicos, «pero tengo permanentemente camadas. Yo sola doy en adopción unos 40 gatitos al año».

«Siempre va a haber colonias porque aunque castremos a los gatitos, hay quien abandona a las hembras cuando están preñadas». «Un gato casero en la calle no sabe vivir y es muy complicado. Los otros gatos no les aceptan, no les dejan comer…, en las peleas se hieren… Los gatos callejeros han nacido en la calle y tienen ese instinto de supervivencia», deja claro Mariam, que duda de que la situación inversa sí resulte bien. «Que un gato callejero quiera estar en una casa, depende, tiene que ser sociable».

Cuando aparece un gato nuevo, «lo primero que hacemos es pasar a ver si tienen chip» con un lector que alguna de las ciudadoras tiene; luego buscan a través de internet y redes sociales si alguien lo ha perdido y se les lleva al veterinario. En este proceso colabora el Centro de Protección Animal de Brunete tras pasar en un primer momento por Torrelodones. «Ellos se encargan de socializarlos y darlos en adopción, es un trabajo en equipo».

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