Cercedilla – Segovia: la etapa imperial, real y republicana del Camino de Santiago
Si uno pretende atravesar la Sierra andando para alcanzar la ciudad de Segovia, piensa de forma automática en Cercedilla y en el Puerto de la Fuenfría. Lo hace por recrear la vista en su impresionante valle, mientras sube sus 1.796 metros de altitud y corta la Sierra entre el Cerro Minguete y el Cerro Ventoso, el paso más corto hacia la capital del Acueducto. Pero también porque esa lógica que aconseja su travesía ha perdurado durante siglos, lo que convierte a la experiencia en una cita con una historia muy rica, aparejada a las cinco rutas que atacan el puerto por varios flancos: el Camino de Santiago, el Camino Viejo de Segovia, la calzada romana XXIV del Itinerario Antonino, la calzada borbónica -no pocas veces ambas se confunden-, y la Carretera de la República.
Son al menos dos mil años de historia más o menos documentada, escrita por los romanos, las realezas de los Austrias y los Borbones, los republicanos y, por supuesto, los propios habitantes de los valles que dominan sus vertientes, el de Valsaín en el lado segoviano. Esa variedad contribuye a enriquecer la planificación de la ruta, más larga o más corta, más dura o más cómoda, en función de la combinación de sendas que sea elegida.
Cuando afrontamos la marcha este otoño, tuvimos claro que nuestro itinerario debía comenzar nada más bajar del tren en Cercedilla, evitando sucumbir a la tentación de acortar la ruta subiendo en coche hasta el aparcamiento de Majavilán, a menos de cuatro kilómetros del puerto, y así disfrutar del valle de la Fuenfría desde su arranque, para cumplir de paso con la distancia que marca la etapa del Camino de Santiago, cuarta en la peregrinación que viene desde Madrid. La elección es muy común entre los excursionistas, no sólo por su excelente conexión con las rutas del Valle de la Fuenfría, sino también por la singular belleza de la estación parrá, edificio fechado en 1888 y protegido como modelo de la arquitectura ferroviaria de finales del Siglo XIX.
Al llegar a ella al alba, con el primer tren del sábado, el trasiego de senderistas en los andenes es considerable. Una gran mayoría inicia la jornada repartiéndose entre la carretera que asciende a Las Dehesas y el Tren de la Naturaleza, el que lleva subiendo por ancho métrico desde 1923 hasta el Puerto de Navacerrada, y desde 1941 al de Cotos. Pero nosotros traemos otro plan: bajar a la izquierda la calle Emilio Serrano hacia el túnel bajo la vía para arrancar nuestra excursión en el primer puente de origen romano del Valle, llamado el del Reajo –o el Molino–, donde deleita el aroma a pan recién hecho que emana de la tahona, y nuestro camino afronta el remonte de la Fuenfría por su pared occidental. El inicio se ubica escasos metros a la derecha del túnel, donde un panel informativo anuncia una senda angosta que se filtra en la ladera bajo los plátanos, y trepa en zig-zag al Cerro del Reajo Alto. Es el llamado Sendero de Ródenas, habilitado hace casi un siglo para facilitar el acceso al tren de los vecinos de la colonia del mismo nombre. Tras medio kilómetro de ascenso y pintorescas vistas entre árboles de la estación -y también el primer sofoco-, el agradable caminillo conecta con uno de los ramales que apunta directamente al Norte: el Camino Puricelli.
El Puricelli y los proyectos republicanos
Es éste el primer tramo de la Carretera de la República, la pista que acabará por cruzar al lado oriental del valle para alcanzar el Puerto de la Fuenfría faldeando el Pico de Majalasna y el Cerro Ventoso, en un ascenso suave y largo que enseña enclaves como la Ducha de los Alemanes, el Mirador de los Poetas, o el Mirador de la Reina. El Camino Puricelli debe su nombre a la empresa contratada por el Ministerio de Obras Públicas de Indalecio Prieto durante la Segunda República para construir una carretera que uniera Cercedilla y Valsaín por el puerto de la Fuenfría, uno de los cinco proyectos pergeñados hacia 1931 para ejecutar itinerarios asfaltados en el Guadarrama. De todos ellos, sólo uno llegó a realizarse: la conexión entre Miraflores de la Sierra y el Valle de Lozoya por el Puerto de la Morcuera. Sin embargo, cunde la opinión generalizada de que fue una ‘suerte’ para la Sierra que el estallido de la Guerra Civil paralizara no sólo el asfaltado hasta Valsaín, sino también las ejecuciones de un ramal al Puerto de Navacerrada, por la cara Sur de Siete Picos, una carretera de Madrid a la Sierra, cortando por el Monte de El Pardo, y otra que iba a unir el Puerto de la Morcuera con el de Cotos, faldeando por el Norte la Cuerda Larga.
Al andar el Puricelli vemos vestigios de lo que pudo ser y no fue: la plataforma con restos de empedrado levantado por las raíces de los pinos, los muros de contención, los puentes… La pista es agradable y gana suavemente altura, a la par que la flora gana en diversidad: hay pinos silvestres y helechos, pero también los colores del otoño distinguen los robles y, ladera abajo, los fresnos y los cerezos crecen en las inmediaciones del Arroyo de la Venta, cerca de la carretera de las Dehesas, que discurre paralela a nuestro camino por el fondo del Valle. En poco más de tres kilómetros, el Puricelli entronca con el Camino de los Campamentos, que surge desde nuestra izquierda procedente de la Peñota. Sin llegar a nuestro particular kilómetro cinco, por ahí alcanzamos el Sanatorio de la Fuenfría, tras los primeros 50 minutos de marcha.
En su aparcamiento, la marcha nos plantea la opción de tomar a la izquierda el Camino Viejo de Segovia que, señalado con círculos rojos, remonta el Valle por el Oeste hasta alcanzar el Collado de Marichiva (1.750 metros),utilizando la Vereda Poyal de la Garganta, y desde ahí, a pie de la Peña Bercial y el Cerro Minguete, conducir al caminante al Puerto de la Fuenfría y enlazarlo con las otras rutas históricas. Al planificar la marcha nos planteamos este itinerario, transitado durante siglos por las gentes de los valles, y el más lógico en desnivel y en longitud para salvar el puerto, pero finalmente optamospor bajar la pista forestal asfaltada hasta Majavilán para coger las calzadas empedradas en el Puente del Descalzo.
De romanos y borbones
Dijimos bien: calzadas, en plural. En el Puente del Descalzo, tercero de los cuatro de origen romano de la Fuenfría, reconstruido en los años 70, coinciden la calzada romana XXIV del Itinerario Antonino, que unía Titulcia con Segovia, y la calzada borbónica, realizada en el Siglo XVIII bajo el reinado de Felipe V para comunicar Madrid con el palacio estival de la Corona en La Granja de San Ildefonso, según estudios realizados en 2006. Tres años después, se concluyó que el trazado borbónico había solapado casi por completo al romano, haciendo acopio de sus materiales y borrando, en complicidad con la acción del manto vegetal, la mayor parte de la calzada imperial, si bien los trabajos permitieron determinar con exactitud los dos trazados y balizarlos para su correcta distinción: los círculos blancos marcan la Borbónica y los verdes, la Romana. A la distinción contribuyó el manejar que los ingenieros del Imperio nunca diseñaban recorridos a más de un 10 % de desnivel, lo que descartó el origen romano en varios tramos que superan el 20%.
Al dejar atrás el Puente del Descalzo, ya a casi 1.500 metros de altura, la subida da la penúltima oportunidad de elegir: a la derecha, el Camino Agromán da la opción de tomar más arriba la Vereda de Enmedio para cortar por ella dos veces la Carretera de la República, atajando mediante una dura subida el bucle que dibuja hacia el Sur para llegar al Mirador de los Poetas; y de frente, tras pasar una portillera, llega la bifurcación de las dos calzadas, con la romana dejándonos a la derecha en sentido Este. Nosotros obviamos ese giro y enfilamos la calzada borbónica, que al poco endurece la ascensión con tramos de pedregal con fuerte pendiente que obligan a medir los pasos y a regular el ritmo. Casi dos kilómetros después se alcanza un descanso que coincide con el bucólico Puente de Enmedio, el cuarto y último del Valle, ideal para recuperar el aliento asomado al Arroyo de la Fuenfría. Al poco de dejarlo atrás, la calzada borbónica da un giro de casi 180 grados para recuperar el sentido Norte y, tras cruzarse de nuevo con la calzada romana, muestra toda su dureza en la cuesta del Reventón, una recta pedregosa a más del 22% que nos va enseñando vistas de la Peña del Águila, antes de premiarnos con la llegada al Puerto de la Fuenfría (1.796 metros), después de casi diez kilómetros y algo más de dos horas de marcha.
Ruinas con leyenda
La cima de la Fuenfría marca el límite entre provincias, el cambio de valle y una encrucijada de caminos casi sin igual en el Guadarrama, si añadimos a los ya mencionados el Camino Schmid, que desde allí toma la cara Norte de Siete Picos para dirigirse hacia el Puerto de Navacerrada. Es también el final de la parte más dura de nuestra ruta, aunque todavía nos queden 22 kilómetros hasta Segovia. Las indicaciones a Santiago de Compostela -a 599 kilómetros de distancia en este punto-, ya sean en forma de carteles, mojones o flechas amarillas, nos marcan el agradable descenso que se adentra por el valle de Valsaín,vía Carretera de la República, por la que caminamoscómodamente con el paso amortiguado por la pinocha, entre los troncos de pino silvestre apilados en los márgenes, listos para ser bajados al histórico Aserradero de Valsaín.
A los dos kilómetros, en un recodo del camino, alcanzamos las ruinas de la Casa Eraso, restos de la antigua casa de postas encargada en 1565 por Felipe II a su secretario Francisco de Eraso para descansar en sus recurrentes viajes para cazar en Valsaín. De ella quedan un llamativo enrejado entre los muros derruidos que circundan lo que fue su planta, invadida por los pinos y el manto vegetal desde que el edificio cayó en decadencia y posterior abandono en el Siglo XVIII, cuando Carlos III encomendó a Juan de Villanueva la construcción de una vía más cómoda hacia el Real Sitio de La Granja, la del Puerto de Navacerrada. Esa soledad centenaria forjó la leyenda romántica de “La Sombra Blanca de Casarás” -el otro nombre del enclave-, que en ella sitúa un tesoro templario y el fantasma del caballero Hugo de Marignac, decapitado por no pagar los servicios de un hechicero al que había recurrido para obtener los favores de una doncella de la reina castellana, según el relato del reputado escritor de misterio, Jesús de Aragón, vecino de Valsaín.
Tras este sugerente e imprescindible desvío, retomamos la bajada dando la espalda al Montón de Trigo, hasta alcanzar la Fuente de la Reina, y escogemos las piedras que soportan su caño para almorzar y reponer agua, ya mediada la caminata. De nuevo, nos encontramos en una encrucijada: a la derecha parte la pista que serpentea porlos bosques de Valsaín hasta alcanzar la Venta de los Mosquitos, muy cerca de las famosas Siete Revueltas; y a nuestra espalda, vemos cómo la calzada romana llega procedente de la Fuenfría para enlazar con nuestro camino un poco más abajo, en las ruinas de la Venta de la Fuenfría, la misma que cita Miguel de Cervantes en “Rinconete y Cortadillo”, y donde la belleza del valle y sus montañas alcanzan el clímax.
El Cordel de Santillana hasta Segovia
Siguiendo la pista que la rodea, ya asfaltada, y al cabo de un kilómetro, vemos separarse la Carretera de la República a nuestra izquierda, mientras ganamos algo de altura por el trazado romano, en las estribaciones del Cerro de la Camorca. Ambos caminos volverán a unirse unos cinco kilómetros después para conducirnos hasta el paraje de la Cruz de la Gallega, donde, a mano derecha, se separa la pista asfaltada que lleva al pueblo de Valsaín. Allí, con 21 kilómetros caminados, y con los restos de las trincheras y búnkeres de la Guerra como testigos, tomamos el histórico Cordel de Santillana, conservando el rumbo Norte mientras vamos dejando atrás las últimas manchas de pinar y dejamos que la vía pecuaria nos vaya bajando ala estepa segoviana, con la referencia, ya siempre visible, de la torre campanario de la Catedral de Segovia.
El tramo final hacia la ciudad lo realizamos por pastizales y sendas perdiceras, vigilados por reses y con una sola posibilidad de sombra, la que nos ofrece las ruinas de la Casa de Esquileo de Santillana, situada en un cruce de cañadas en el término municipal de Revenga, el más importante rancho del pie de Sierra que mandó construir en 1745 Ignacio de Arizcun, marqués de Iturbieta. Un complejo que en su día llegó a dar trabajo a 300 personas capaces de esquilar unas 40.000 ovejas anuales, de las que marchaban a invernar a Extremadura desde los agostaderos del Norte. Sus muros derruidos nos sirven para escapar unos minutos del sol implacable de la llanura segoviana, echar un último trago de agua, y emprender el tramo final de nuestro viaje.
Con el cansancio de los más de 25 kilómetros recorridos, el Cordel de Santillana nos lleva a cruzar la carretera que une los palacios de Riofrío y La Granja, para ir al encuentro de la acequia romana que llevaba el agua hasta el Acueducto y remontar lo que a esas alturas nos parece una colina interminable, que nos esconde durante un largo trecho la visión de la ciudad. Tras pasarla, cruzamos por un amplio puente las vías del AVE Madrid – Segovia y nos adentramos en el antiguo término de Hontoria. En pocos minutos, el camino nos obliga a dar un requiebro para salvar por un túnel la Nacional 110 a Soria y conectar con el Camino de las Baterías, ya en la ciudad. Con un caminar cansino, alcanzamos desde ahí el Parque de la Dehesa y la Avenida de la Constitución, que seguimos hasta alcanzar la Plaza de la Universidad y, en ella, el eje que forman las calles Blanca de Silos, Buitrago, Muerte y Vida, y San Francisco. Esta última es la que nos dirige hacia nuestro premio final, la Plaza del Azoguejo, cuyo imponente Acueducto nos anuncia que hemos llegado al final de nuestra etapa serrana por el ramal madrileño del Camino de Santiago, la única sin pueblos de paso de entre las que conducen hasta su enlace con el Camino Francés,en la localidad leonesa de Sahagún. Después de invertir seis horas y media de marcha -descontadas las paradas- todavía nos quedará sumar algún kilómetro más a los 32,6 caminados para ir a la estación de Segovia y tomar el tren de vuelta, ya sin historias republicanas, reales oimperiales, pero con inmejorables panorámicas de la Sierra del Guadarrama bajo la luz púrpura del atardecer.
LOS DATOS DE LA RUTA
Distancia: 32,6 kilómetros / Duración: 6:32 horas / Ritmo medio: 5,3 Km/h / Altitud máxima: 1.796 metros / Altitud mínima: 1.070 metros / Desnivel acumulado: 1.548 metros / Sendas: Sendero Ródenas, Camino Puricelli, Camino de los Campamentos, Calzada Romana XXIV del Itinerario Antonino, Calzada Borbónica, Carretera de la República y Cordel de Santillana.
JAIME FRESNO