Mueren cinco monjas y otras siete permanecen aisladas en una comunidad religiosa de Alpedrete

En la residencia de las Esclavas de la Santísima Eucaristía y de la Madre de Dios de Los Negrales en Alpedrete están de luto. En los últimos días han muerto cinco monjas y otras siete se encuentran aisladas por presentar los mismos síntomas que el resto de las fallecidas en esta comunidad donde vivían 20 religiosas jubiladas. Las fallecidas son sor Luz (89 años), sor Purificación (94), sor Marina (82), sor Marta (91) y sor María Luisa (89).

En la residencia de las Esclavas de la Santísima Eucaristía y de la Madre de Dios de Los Negrales en Alpedrete están de luto. En los últimos días han muerto cinco monjas y otras siete se encuentran aisladas por presentar los mismos síntomas que el resto de las fallecidas, según publica el diario El País, en esta comunidad donde vivían 20 religiosas jubiladas.

Las fallecidas son sor Luz (89 años), sor Purificación (94), sor Marina (82), sor Marta (91) y sor María Luisa (89).

“El problema que tenemos en Alpedrete es que ahora no sabemos quién está contagiada y quién no, por eso necesitamos que nos hagan los tests de coronavirus cuanto antes”, ha explicado sor Irene (50), la madre superiora general que vive en la congregación que estas hermanas tienen en la capital a este periódico.

El día a día en la residencia

Sor Irene dice que la Consejería de Sanidad se puso en contacto con ella un par de veces por teléfono. “Querían saber si había acudido la Unidad Militar de Emergencia (UME), pero ya les he dicho que no. Seguimos esperando [hasta este miércoles]”. Por eso, cuenta, todos los días se levantan por la mañana, cogen el cubo de la fregona y mezclan agua con lejía para tratar de desinfectar la residencia. Ellas se encargan de cuidar a las monjas mientras, Dani, el cocinero que vive en el pueblo, les hace el desayuno, la comida y la cena. “Hoy nos ha hecho brócoli y carne para comer”, dice El País.

En cuanto al material, las mascarillas, “nos las trajeron desde Almería junto a unas batas blancas”. Se las enviaron desde otra congregación de religiosas, a casi 600 kilómetros de distancia.

 

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