Victorino Martín recibió en Vistalegre el primer gran homenaje de la temporada
El Palacio Vistalegre de Madrid se vistió de gala para homenajear a Victorino Martín Andrés. La cita tuvo lugar el pasado sábado 18 de febrero, después de un invierno de preparativos para llegar a este intenso momento. Este será el enésimo homenaje que reciba, hay muchos programados en distintos puntos de la geografía a lo largo de la temporada. Victorino regresaba a Vistalegre después de muchos años, antes lo hizo en la antigua “Chata”. El público acudió a la cita y fueron muchos los aficionados que llegaron desde distintos rincones del país. En el coso se respiraba un ambiente inspirado en la figura del mítico criador de reses bravas de Galapagar, con lienzos, recuerdos y numerosos detalle. No se recuerda Vistalegre con tanto público, más de media plaza, casi 8.000 personas.
Tras romperse el paseíllo, minuto silencio incluid y con la emoción muy presente, el nuevo Victorino, su hijo Victorino Martín García, y las dos nietas del ganadero, salieron de la boca del burladero para ir hasta el centro del ruedo y recoger una atronadora ovación. Allí les fue entregado un retrato del patriarca, fumando su característico habano y con su sonrisa entre socarrona y pícara, como siempre le recordaremos. Todo tuvo una fuerte carga emotiva y la corrida se vivió entre la expectación y la exigencia del público madrileño que acude a la llamada de una corrida de este signo.
En lo estrictamente taurino, Emilio de Justo y Curro Díaz cortaron una oreja cada uno. La corrida lidiada por el galapageño contó con dos toros notables: tercero y cuarto, cada uno a su manera. Uno encastado y fiero, el otro templado y bueno. La presentación fue justa pero con puntas.
Desde el cielo, seguro que a Victorino le gustó la faena del cacereño Emilio de Justo. Expuso mucho y toreó imprimiendo mucha suavidad en una labor muy emotiva y de soberano valor. Cortó una oreja tras una estocada, pero su faena fue de dos. El toro fue fuertemente ovacionado en el arrastre.
Curro Díaz también sumó un trofeo de un toro que humilló y embistió muy despacio. Su faena estuvo salpicada de bellos pasajes, muletazos inspirados pero sin llegar a ser redonda del todo. El de “Victorino” embistió de categoría y fue otro toro de nota. Daniel Luque se fue de vacío y no brilló. Su primero tuvo un buen pitón derecho, pero no acabó de existir conjunción entre ambos. El quinto fue el peor astado del envío y la cosa no pudo tomar vuelo.
La tarde se vivió con mucho interés y siempre con el recuerdo permanente a Victorino Martín Andrés. Ahora, en las expertas manos de su hijo, la leyenda continúa.
Alfredo Fernández