La cantante de ópera Teresa Berganza muere a los 89 años en San Lorenzo de El Escorial

"Quiero irme sin hacer ruido... No quiero anuncios públicos, ni velatorios, ni nada. Vine al mundo y no se enteró nadie, así que deseo lo mismo cuando me vaya", manifestó la mezzosoprano. "Nuestro homenaje será recordarla en toda su plenitud y seguir disfrutando de ella a través de sus interpretaciones", ha señalado la familia

La cantante de ópera Teresa Berganza ha fallecido este viernes a los 89 años. Se desconocen por el momento las causas de su muerte, más allá de que ha fallecido en San Lorenzo del Escorial, localidad en la que vivía desde hace más de 40 años. Por expreso deseo de la artista no habrá velatorio ni entierro público, según han indicado fuentes de la familia.

Sin hacer ruido

«Quiero irme sin hacer ruido… No quiero anuncios públicos, ni velatorios, ni nada. Vine al mundo y no se enteró nadie, así que deseo lo mismo cuando me vaya», manifestó Teresa Berganza. «Toda la familia respetamos su voluntad. Nuestro homenaje será recordarla en toda su plenitud y seguir disfrutando de ella a través de sus interpretaciones para recordarla siempre», ha señalado la familia, acompañando este breve comunicado de un vídeo con el «Addio» de Rossini interpretado por la propia mezzosoprano.

Hija adoptiva de San Lorenzo

El Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial lamentado la noticia del fallecimiento de Teresa Berganza, trasladando sus condolencias a familiares y amigos, especialmente a sus hijos, Teresa, Javier y Cecilia. “Hemos tenido la suerte de que durante más de 40 años ha sido nuestra vecina y aunque ya no la veremos pasear por las calles, nos queda su imborrable arte”, ha indicado el Consistorio en un comunicado.

“Hija Adoptiva de San Lorenzo de El Escorial en 1990 y Medalla al Mérito Artístico en 2008, Teresa Berganza ha sido y será siempre uno de los principales referentes del canto lírico español del siglo XX”, destaca el Ayuntamiento. La fallecida mezzosoprano, que además da nombre a una calle de la localidad, inauguró el Real Coliseo de Carlos III en presencia de la Reina doña Sofía y volvió a actuar al cumplirse el 25 aniversario de dicha efeméride.

Nacida en Madrid en 1933, Berganza paseó su voz por la Scala de Milán, la Ópera de Viena, el Covent Garden de Londres o el Metropolitan de Nueva York, con un extraordinario reconocimiento por su técnica, musicalidad y presencia en escena. Antes de elegir el canto estudió piano, armonía, música de cámara, composición, órgano y violonchelo.

Asociada frecuentemente a personajes de Mozart, Bizet o Rossini, recibió numerosos reconocimientos a lo largo de su trayectoria, como el Premio Príncipe Asturias de las Artes (1991), el Premio Nacional de Música (1996) o la Legión de Honor francesa (2012). También fue nombrada por unanimidad académica de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, siendo la primera mujer y la primera cantante que ingresa en la prestigiosa institución. En 2005 celebró sus cincuenta años en la profesión con la publicación del disco «Brava Berganza!».

Teresa Berganza, en su casa de San Lorenzo de El Escorial en octubre de 2018 / Fotografía: Rafa Herrero (Aquí en la Sierra)

Desde su debut en 1957 en el Festival de Aix-en-Provence, la carrera su carrera fue una inagotable sucesión de éxitos, logrando sus mayores triunfos en los papeles de Cherubino («Las bodas de Fígaro»), Rosina («El barbero de Sevilla») o Angelina («La Cenerentola»), en muchas ocasiones bajo la dirección de Claudio Abbado.

«He hecho felices a muchísimas personas»

Hace cuatro años, la mezzosoprano concedió a Aquí en la Sierra una de sus últimas entrevistas. «He tenido una vida muy bonita, me ha gustado mucho cantar y sé que he hecho felices a muchísimas personas. Me han tratado muy bien y me han querido mucho. No ha estado mal, no», comentaba entonces. Y hablaba también de que le gustaría que sus cenizas acabasen en el Jardín de los Frailes del Monasterio: «Eso se lo pedí al prior que estaba antes. Me llevó a dar una vuelta para que escogiera el sitio donde quería que echasen mis cenizas, al lado de un árbol; ya lo teníamos mirado. Ahora no sé lo que harán conmigo».

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