Teresa Cardona: “Me gusta que el lector vaya dos pasos por delante de los investigadores”
San Lorenzo de El Escorial vuelve a ser el escenario del cuarto caso de la teniente Blecker y el brigada Cano, "A la vista de todos", dentro de una serie que ha consagrado a su autora como uno de los nombres más destacados de la novela negra en España.
Teresa Cardona (Madrid, 1973) aguarda en la terraza del histórico Hotel Miranda & Suizo, en la calle Floridablanca de San Lorenzo, el escenario donde aparecerá el cadáver en la quinta novela protagonizada por Blecker y Cano, aunque para eso aún habrá que esperar unos meses. Ahora nos ocupa la cuarta entrega, “A la vista de todos” (Siruela), publicada hace sólo unas semanas y que -como la trilogía formada por “Los dos lados”, “Un bien relativo” y “La carne del cisne”- se convierte en una lectura perfecta para disfrutar en verano. Su estilo ágil, la capacidad para interpelar al lector más allá de supuestas verdades absolutas y la evolución de sus protagonistas han hecho de la escritora hispanoalemana la gran revelación en el campo de la novela negra española, ambientando sus libros en San Lorenzo de El Escorial. Con ella regresamos una vez más al lugar del crimen.
Lo que en principio era una trilogía, ha acabado creciendo y ya vas por la cuarta novela protagonizada por la teniente Blecker y el brigada Cano. ¿Cuáles son tus sensaciones?
La sensación es buenísima porque los tres libros anteriores han tenido muy buena acogida y el cuarto creo que es muy especial tanto para mí como para los lectores, porque vas conociendo mucho más a los personajes, te vas metiendo más en su vida privada, ya sabes cómo van a reaccionar. El caso que investigan en “A la vista de todos” también les afecta en su vida personal, dentro de una amistad ya es más mucho más profunda de lo que era en la primera novela.
Ahora ya no necesitan presentaciones y, de hecho, digamos que para el lector, y también entre ellos, Blecker y Cano empiezan a ser un poco más Karen y José Luis…
Bueno, es que quieras o no, ya llevan cuatro casos trabajando juntos. En el último discutieron mucho, pero en el buen sentido: tenían distintas opiniones, pero eso les ayudó a conocerse mucho mejor. En el momento en el que confrontas diferentes posturas, te das cuenta de lo profunda que es una amistad y si eres capaz de aceptar que el otro sea capaz de pensar de una manera diferente a la tuya, algo que para mí es importantísimo, porque si no es muy triste estar sólo con gente que piensa como nosotros. Es poco enriquecedor.

La evolución de Blecker y Cano
¿Contabas desde el principio con esta evolución de los personajes o dirías que también han ido creciendo con los libros?
De alguna forma, vas conviviendo con ellos. Yo misma les conozco muchísimo más que en el primer libro, porque entonces estaba igual de partida que el lector. Tenía dos figuras que me había imaginado y sabía de dónde venían, dónde había nacido… Pero poco más. Ahora sé como reaccionaron en “Un bien relativo”, sé en lo que estaban de acuerdo y en lo que no en “Los dos lados”, las discusiones que tuvieron en “La carne del cisne”… Y ahora están en un momento casi de confidencias, de montarse en el coche y saber cómo está el otro y de qué humor se ha levantado. Momentos por ejemplo en los que Karen está un poco inquieta porque piensa que hay algo que no funciona en Cano, porque tiene una relación; ella lo piensa, pero como es muy discreta, muy germánica, se calla y no pregunta, porque espera que él se lo cuente.
Después de haberles visto dudar y también discutir, ¿en qué situaciones les vamos a encontrar en “A la vista de todos”?
Aquí vamos a ver las consecuencias de las opciones de vida que han tomado ellos dos en comparación con otros. Hay una interacción más fuerte con otros agentes del cuartel; aparece otro guardia, que se llama Jiménez, que no tiene mucho peso, pero da una fiesta porque se va a casar, y eso les lleva a tener una cierta discusión sobre la vida. Vemos a un Suárez que había tomado unas copas y suelta algo que no debería haber dicho, y vemos también la reacción de la teniente Blecker y, después, cómo consigue Cano crear un equilibrio y explicarle las cosas. La intenta tranquilizar y están los dos casi aquí al lado, ella dando vueltas como una pantera y Cano sentado en un banco de Floridablanca diciéndole que le está mareando. Entonces se suben a Croché a bajar los ánimos y pueden hablar de esas opciones de vida que han tomado ellos y que a lo mejor otros no comprenden. En cuanto al caso propiamente dicho, al principio tienen puntos de vista muy diferentes: a Karen todo le parece rarísimo, porque no entiende que alguien entre un viernes por la tarde en una casa que ni siquiera es una vivienda espectacular y acabe cargándose a la dueña; y a Cano, que encima está de resaca y está empezando una relación, le apetece todo menos meterse a investigar un crimen.
Un entramado muy familiar
Si “La carne del cisne” fue el caso más crudo, ¿cómo es el de esta cuarta novela?
El otro día me dijo un amigo, que además es muy buen lector, que no era una novela policíaca, sino más bien un thriller psicológico. Aquí conocemos a una familia completamente normal. Ella es dermatóloga, una profesional muy reconocida, aunque también un poco arisca, poco sociable, y por eso Karen también se identifica mucho con ella, porque encima es una mujer de su edad, muy ordenada, muy exacta… La diferencia es que esta mujer tiene un hijo que está enfermo y ella está súper dedicada tanto a su trabajo como al niño. Todo esto hace que sea un crimen muy extraño. ¿Por qué iban a robar en su casa? Por eso cuando empiezan a investigar, van dando palos de ciego: tienen que ir a la Clínica Velázquez a preguntarle sus compañeros de trabajo; hablan con toda su familia: su marido, sus padres, al final también sus suegros… Esta vez es un entramado muy familiar.
Como en los libros anteriores, aparece de nuevo una trama en dos épocas: los años 80 y 2017. ¿Se ha convertido esa dualidad en una de tus señas de identidad?
Sí, porque me parece muy importante que el lector conozca a la víctima, que sepa quién es y que vaya incluso un par de pasos por delante de los investigadores. Que sepan qué es lo que ha podido llevar a este crimen, porque evidentemente no era un allanamiento de morada. Creo que es importante conocerla desde pequeña. No fue una niña maltratada, en absoluto, lo que pasa es que padres están volcados los dos en su trabajo y tienen poco tiempo para ella. También creo que por eso el lector entiende que cuando tiene un hijo se vuelque de una manera completamente diferente. Es una madre excepcional.
¿Tenías este caso en mente cuando terminas el tercero?
Fue un poco extraño, porque estaba escribiendo lo que va a ser el quinto, que ya lo estoy acabando, y tuve un momento no diría de bloqueo, pero sí de parar un poco. Había leído una barbaridad y creo que eso fue en cierto modo un problema, porque se estaba convirtiendo en un tratado de historia. Y una cosa es que tú lo sepas y que te tengas que enterar de todo para construir el libro, y otra es que machaques al lector con un montón de datos históricos que probablemente no le interesen. Lo que pasó entonces es que una mañana me desperté y sabía perfectamente quién era Maya, lo que iba a hacer y por qué la iban a matar. Me levanté, escribí dos capítulos y ya tenía el libro encaminado. Surgió sin buscarlo, porque yo estaba con otro completamente distinto y que entonces tuve que abandonar, pero creo que ese parón le ha venido muy bien, porque es un libro que ha reposado durante un año y pico y ahora, cuando me he vuelto a meter, lo he hecho de una manera completamente diferente.
Paseos literarios por San Lorenzo
¿Cuando paseas por San Lorenzo de El Escorial y te encuentras por los escenarios de tus novelas, piensas en Blecker y Cano?
Me vienen a la cabeza porque ahora, por una casualidad maravillosa, he empezado a hacer paseos literarios con gente que se ha leído las novelas o de clubes de lectura, como uno de Elda hace poco. Lectores que quieren venir a San Lorenzo de El Escorial para ver los sitios que aparecen en los libros. En el siguiente el muerto aparecerá en el Hotel Miranda, aquí mismo. De hecho, hace un rato he dado una vuelta por dentro y pensaba en la recepcionista, en la situación cuando encuentran el cadáver y en cosas como dónde va a aparcar el coche de la funeraria o el de la Científica para no bloquear la calle Floridablanca.
Para terminar, una curiosidad: ¿El hecho de que Maya trabaje en la Clínica Velázquez es aleatorio o es algo que tenías bien pensado desde el principio?
Tenía que ser médico de la Clínica Velázquez porque era la que conocía. Y como he tenido que llevar a mi madre muchas veces, he tenido que aparcar ahí, y uno de los puntos es cómo aparcas en esa calle o en otras que tienen más pendiente. San Lorenzo es un pueblo en el que como no aprendas a arrancar en cuesta, estás perdido. Entre eso, aparcar y moverte en el Laberinto, creo que tienes ganado el carnet de conducir.