«El Madrid de Lola Flores»: así fue su boda clandestina en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial

El Ayuntamiento de Madrid, a través del Área de Turismo, propone una nueva forma de descubrir la capital con la publicación del mapa cultural ilustrado ‘El Madrid de Lola Flores’, una guía visual que reúne los lugares fundamentales en la vida y la trayectoria de este mito de la cultura popular española. El año pasado se cumplió el centenario del nacimiento de esta artista única, conocida como ‘La Faraona’, que dejó una gran impronta en la vida cultural madrileña y que ahora puede conocerse en profundidad recorriendo los lugares reseñados en esta publicación, en la que también aparece San Lorenzo de El Escorial, donde se casó hace casi 67 años.

Portada de la revista "Triunfo" que recogía la boda de Lola Flores y El Pescaílla
Portada de la revista «Triunfo» que recogía la boda de Lola Flores y El Pescaílla

Porque el Monasterio ha sido escenario de numerosos enlaces de personajes de la farándula, pero el de Lola Flores es hasta la fecha el único que se celebró de madrugada. Concretamente, a las 6 de la mañana del 27 de octubre de 1957. La razón de tan insólita hora hay que buscarla en las disputas, incluyendo una amenaza de muerte, entre la familia Amaya y Antonio González «El Pescaílla», que ya tenía una hija, Antoñita, fruto de una relación anterior con Dolores Amaya.

Aquel día de otoño, La Faraona -que entonces tenía 34 años, por 31 de El Pescaílla-, ya estaba embarazada de su primera hija, Lolita, que nacería siete meses más tarde. Por expreso deseo de la pareja, la boda -tras obtener un permiso especial para casarse en El Escorial- se celebró con la presencia únicamente de sus familiares más cercanos, además de invitados como Pedro Chicote, Vicente Parra, Carmen Sevilla o el empresario teatral Francisco Muñoz Lusarreta. Los padrinos fueron el productor de cine Cesáreo González y la actriz Paquita Rico.

«Cállese, padre…»

Fiel a su rompedora manera de ser y de vivir, Lola Flores escapó del color blanco, para decantarse por un vestido corto de Asunción Bastida, coronado por un vistoso encaje con mantilla en color gris perla, con guantes y zapatos de raso a juego. Por su parte, Antonio González acudió con un traje negro, sin corbata y con una camisa blanca bordada y con chorreras. Ofició la ceremonia el padre agustino Marciliano García. Dicen que el sacerdote llegó a preguntar hasta tres veces “si alguien conoce algún impedimento para que el matrimonio se celebre, que hable ahora o calle para siempre”, a lo que la jerezana respondió en voz baja “cállese, padre, no vayamos a liarla a última hora”.

Previamente, los novios habían firmado ante notario un acuerdo de separación de bienes: «Como Dios manda. Los dos, Antonio y yo, somos artistas, pero cada uno es cada uno; a cada cual lo suyo, como corresponde. Lo hicimos antes de casarnos, porque el amor aparte, yo estaba bien aconsejada, y así como él trajo al matrimonio lo que tenía, su patrimonio entero, su guitarra, yo llevé lo mío, que era mucho, a lo que él renunció en su momento: mis alhajas, mis pisos, mis bienes. Pusieron hasta los colchones de mi cama y las medallas que llevaba puestas», recordaba Lola Flores en la miniserie biográfica El coraje de vivir (1994), dirigida por Luis Sanz.

Banquete en el Hotel Felipe II

La celebración de la boda tuvo lugar en el desaparecido Hotel Felipe II (más tarde reconvertido en Eurofórum, donde durante años se desarrollaron los Cursos de Verano de la Universidad Complutense), en el barrio de Abantos. Las crónicas de la época recogen que el banquete contó con unos 50 invitados, aunque la propia Lora Flores hablaría años después de 300, incluyendo actores, aristócratas, toreos y artistas de todo tipo. Cantó Pedro Vargas y Miguel de Molina recitó varias poesías, aunque quizá la anécdota más conocida se produjo más tarde, cuando los recién casados subieron a la suite nupcial. El Pescaílla cogió en brazos a La Faraona con intención de protagonizar una entrada triunfal en la habitación, aunque perdió el equilibrio y ambos acabaron cayéndose al suelo entre carcajadas.

«Fue una fiesta preciosa. Antonio y yo nos embalamos y empezamos a cantar, tres o cuatro canciones. Yo estaba muy cansada porque llevaba mucho tiempo en pie, pero llegaba un amigo mío y me decía: Ay, Lola, que no te he visto con la mantilla y la peineta puestas. Y yo a ponerme la mantilla y la peineta. Me las quitaba, porque estaba cantando y me encontraba bastante sofocada, y llegaba otro y me decía lo mismo… Total, que me las puse y me las quité unas ocho veces; la verdad es que terminé como una muñeca a la que dan cuerda», contaba La Faraona en la citada serie televisiva.

El recorrido de «El Madrid de Lola Flores»

Más allá de esta parada en San Lorenzo de El Escorial, el recorrido por El Madrid de Lola Flores arranca en la calle María de Molina, donde se ubicaba el piso de la familia. Un edificio en el que habitaban también otros grandes artistas de la época, como Marisol o Isabel Garcés, y por el que desfilaron grandes estrellas de Hollywood como Mel Ferrer, Audrey Hepburn o Yul Brynner. Le siguen los teatros que fueron testigos de su arte, como el Fontalba, situado en plena Gran Vía y en el que tuvo la oportunidad de darse a conocer; el Teatro de la Zarzuela, donde presentó su espectáculo Zambra junto a Manolo Caracol; el Teatro Calderón, por el que tenía una especial predilección y en el que estrenó hasta ocho espectáculos; o el Teatro de La Latina, que acogió en 1949 la última representación de su exitosa puesta en escena con Caracol.

Cartel del mapa cultural ilustrado "El Madrid de Lola Flores"
Cartel del mapa cultural ilustrado «El Madrid de Lola Flores»

La publicación hace referencia a otros espacios quizás menos conocidos, pero igualmente imprescindibles. Son la Casa Manuel López-Quiroga (calle Alcalá, 143), en la que compuso junto al maestro coplas inolvidables como Ay pena, penita, pena o La Zarzamora; Caripén, el tablao flamenco que abrió en los 70 en la plaza de la Marina Española para impulsar el nuevo flamenco de la mano de artistas como Pepa Utrera, Las Grecas o los Gipsy Kings; y la iglesia de la Concepción, situada en el barrio de Salamanca, donde bautizó a su hija Rosario.

De Florida Park a Casa Lucio

El Madrid de Lola Flores está presente además en espacios como Florida Park, el mítico cabaret que fue plató televisivo y donde protagonizó la recordada anécdota de la pérdida de uno de sus pendientes durante una grabación en vivo. Pero también en Casa Lucio, restaurante al que acudía cada semana con su familia para degustar sus famosos huevos rotos, o el Ministerio de Hacienda, al que tuvo que abonar una importante deuda para la que pidió a todos los españoles una peseta.

Su muerte en mayo de 1995 conmocionó a todo el país. La capilla ardiente, por la que pasaron más de 150.000 personas, se instaló el Teatro Fernán Gómez. Después fue enterrada en el Cementerio de la Almudena, donde puede visitarse su mausoleo.

Para completar la ruta, se incluyen tres puntos próximos a la capital y significativos para la artista, como el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, en cuya Basílica le dio el “sí quiero” a Antonio González, el Pescaílla; La Pérgola, restaurante de moda en los sesenta donde celebró el bautizo de su hija Rosario; o El Lerele, el hogar al que se trasladó en los 80 y donde su hijo Antonio escribió algunos de sus grandes temas.

El mapa cuenta con el texto de introducción de Cristina Cruces, catedrática de Antropología Social de la Universidad de Sevilla, que retrata el gran talento y la personalidad arrolladora de la artista y su apuesta por Madrid como lugar para vivir y fundar familia. Las ilustraciones incluidas en la guía para poner imagen a la cantante y bailaora y a los 16 puntos de interés en la ciudad y sus alrededores vinculados con ella son obra de Irene Blasco. 

Descárgate aquí el mapa cultural ilustrado: El Madrid de Lola Flores.

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