El Jumbo anestesió la Vuelta en la ‘Clásica de la Sierra’ y anticipó en Guadarrama la foto de un podio para la historia

Fotografías: La Vuelta (RRSS)

“Estoy reventado, pero muy feliz. Ha sido muy especial terminar la etapa con mis compañeros, algo muy especial”. Palabras de Sepp Kuss, el nuevo campeón de la Vuelta Ciclista a España, nada más cruzar la meta de Alfonso Senra, corazón de Guadarrama, donde el inabordable Jumbo-Visma anticipó la foto del podio de Madrid: Kuss en el medio, arriba del todo, flanqueado por Jonas Vingegaard y Primoz Roglic, seis grandes vueltas ganadas entre los dos.

Sepp Kuss llegó a la meta de Alfonso Senra de la mano de Vingegaard y Roglic, en un adelanto de la imagen del podio de Madrid, copado por la escuadra neerlandesa y con el estadounidense como nuevo campeón

Una imagen histórica que siempre será asociada a Guadarrama, final de una etapa, por lo demás, por debajo de las expectativas. No hubo movimientos de cara a la General, porque nadie tuvo fuerzas o se atrevió a discutir la supremacía de la escuadra neerlandesa, que anestesió la carrera a base de ejercer un control férreo en el grupo principal.

Como quiera que entre sus tres ases se firmó un acuerdo de no agresión, la etapa de la Sierra quedó hasta despojada del debate de días anteriores, sobre si el Jumbo debía respetar a su improvisado líder, a la vista del óptimo estado de forma de Vingegaard, doble campeón del Tour de Francia, o ser consecuente con todo lo que Primoz Roglic le ha dado, que son tres Vueltas a España y un Giro de Italia.

Wouter Poels ganó la etapa serrana en un vibrante pulso con Remco Evenepoel, del que estuvo muy cerca Pelayo Sánchez, erigido en la gran baza española de la jornada

A la hora de la verdad, el equipo número 1 del Mundo se mostró compacto en torno a Sepp Kuss, consecuente con el clamor popular que pedía la victoria del gregario de lujo, el mejor coequipier en montaña, el chico sonriente de Durango que habla español, un estadounidense de Colorado adoptado por la afición. Un Sepp Kuss que al fin respiró tranquilo en Guadarrama, sabiéndose campeón, en ese enclave urbano que tantos campeones coronó en tiempos de la Clásica a los Puertos, la carrera fundada en 1920 que se hizo grande desde 1978, y durante 31 años, gracias a Román Herranz y su gran equipo, justos depositarios del gran homenaje que se les dispensó por la mañana en el Centro Cultural La Torre.

Homenaje a Román Herranz en el Centro Cultural La Torre / Fotografía: Ayuntamiento de Guadarrama

Evenepoel se inclina ante Poels

La Sierra no resolvió la Vuelta a España. Es más, los 208 kilómetros salpicados con diez puertos, que unieron Manzanares El Real con Guadarrama, el mayor recorrido de esta edición y uno de los más duros, con más de 4.300 metros de desnivel, distaron mucho de ser el soñado terreno abonado para atacar al líder. Pero la jornada ofreció cosas a cambio, y entre ellas estuvo el inevitable Remco Evenepoel, el hombre que “será leyenda del ciclismo”, según Javier Guillén, el director de la Vuelta.

El campeón belga, ganador de tres etapas, rey de la Montaña, 50 victorias en su palmarés con 23 años, sólo superado entre los grandes en esa estadística por Eddy Merckx, salió a por todas en Manzanares. Camino de la primera ascensión al Collado del Portazgo -o Alto del Kilómetro 14, como se llamaba en tiempos del Trofeo Pedro Herrero de Copa de España-, Remco ya estaba en la escapada de 31 corredores, entre ellos tres compañeros: Mattia Cattaneo, James Knox y Louis Vervaeke. Buena escolta para hacer camino y afrontar con garantías a la peligrosa competencia de gente como Wouter Poels, Marc Soler, Wilco Kelderman -un Jumbo por si acaso-, Geraint Thomas, Van Eetvelt -una de las revelaciones-, Romain Bardet, los dos Movistar, Iván García Cortina y Einer Rubio… Y Pelayo Sánchez, el joven asturiano del Burgos BH ya fichado por la escuadra telefónica, luego erigido en gran protagonista.

Evenepoel y su guardia, siempre delante, siempre vigilantes de que el ritmo de la fuga no decayera, fueron afianzando sólidas diferencias, ante la ingente cantidad de público que tomó las travesías y los aledaños de los pueblos: El Boalo, Mataelpino, Navacerrada, Los Molinos, El Escorial, Robledo de Chavela, Santa María de la Alameda… Así hasta que, a unos 50 kilómetros de Guadarrama, bajando por segunda vez Robledondo, el Soudal-Quick Step tomó el mando con vocación de eliminar corredores, ya con la diferencia superando los nueve minutos, y empezó a abonar el terreno para el ataque definitivo de Evenepoel. Inopinadamente, éste no llegó.

El gran favorito no se movió en la última subida a la Cruz Verde, esta vez por la vertiente de Zarzalejo, limitándose a tensar con su equipo en el descenso hacia la Villa; y tampoco en los repechos al 8% que llevan hacia la Lonja. Extraño, teniendo en cuenta cómo le gusta rematar las etapas al belga de Aalts. Fue el más veterano, Wouter Poels, quien descubrió la debilidad, cuando el Alto de San Lorenzo de El Escorial enseñó sus garras más afiladas: el neerlandés soltó un ataque seco ante el que Remco no hizo ni ademán de seguir, y a sus espaldas saltó Pelayo Sánchez, espléndido, con una fuerza sorprendente en un corredor ajeno al World Tour.

Poels abrió camino, pero la subida por la carretera de la Presa se le terminó haciendo algo larga. Evenepoel, como si fuera Jan Ullrich en aquel primer final en Abantos de 1999, cogió su ritmo y fue remontando, seguramente espoleado por el sobrecogedor pasillo humano de Cañada Nueva y por las similitudes de la estrecha subida con la donostiarra de Igeldo, donde acostumbra a castigar a sus rivales en la Clásica de San Sebastián.

El belga fue limando, pero la sensación de remontada sufrió un revés de consideración cuando Pelayo Sánchez, cerca de coronar, le atacó y lo dejó tirado con sorprendente facilidad. Para suerte de Evenepoel, quedaba el sinuoso y rapidísimo descenso hacia El Tomillar, una sucesión de curvas estrechas, en muchos casos contraperaltadas, de la máxima exigencia técnica. 

Remco arriesgó y entró, justo a tiempo para jugarse la etapa con Poels, Pelayo, Marc Soler y Van Eetvelt. El quinteto enfiló la M-600 para ganar las calles de Guadarrama a toda velocidad, con la ventaja suficiente para idear planes de definición. Y ahí el mejor fue Wouter Poels, que sorprendió a Evenepoel con otro ataque pletórico a la entrada de la curva del Piquío, justo antes de la cuesta de meta.

El belga, que luego diría que tardó “dos o tres segundos” en reaccionar, respondió de forma demoledora, pero no pudo cerrar la fisura: se quedó a un tubular de Poels, lamentando que la meta no estuviese diez metros más allá, en un sprint final que casi valió por toda la etapa, teniendo en cuenta que a rebufo de los dos entró tercero Pelayo Sánchez, el mejor español en Guadarrama, con un futuro aún por hacer, a sus 23 años.

Por detrás, a más de diez minutos, Juan Ayuso, Mikel Landa y Enric Mas entraron peleando por picar unos segundos, mientras a su espalda el Jumbo-Visma anticipaba su histórica foto de Madrid, con Kuss, Roglic y Vingegaard cruzando la meta de la mano en loor de multitudes. Nunca antes la Sierra había visto tantas grandes vueltas ganadas en una sola toma; tampoco a los vigentes ganadores del Giro de Italia, el Tour de Francia y la Vuelta a España entrando de la mano y con el mismo maillot. Y Guadarrama se quedó con la foto del día en que se consumó esa hazaña, quizá irrepetible. 

Jaime Fresno / Fotografías: La Vuelta (RRSS)

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