Roberto Herrador, responsable del comedor social de la Virgen del Camino: “Que haya gente que trabaje y no le dé para comer es una barbaridad”

«No queremos publicidad, queremos visibilidad, que se conozca la realidad de Collado Villalba”. Esa realidad, o al menos una de tantas, es la que describe Roberto Herrador, responsable del comedor “Los panes y los peces” de la parroquia la Virgen del Camino, el único con carácter social de la Sierra, por lo que en su mesa encontramos comensales de Alpedrete, Guadarrama, El Escorial… En total, 55 personas, el 40 por ciento de nacionalidad española, en su mayoría hombres adultos, aunque hay jóvenes como Jorge, de 19 años; mujeres, que llevan aparejada la violencia machista, como el caso de Ana, en tratamiento de cáncer y maltratada por su ex pareja; e incluso niños, aunque están poco tiempo porque enseguida les escolarizan y comen en el comedor del colegio. “Vienen los pequeños, los que tienen menos de 3-4 años, pero para protegerles, les hacemos venir en el último turno”. Una cifra variable que no para de crecer: el año pasado sirvieron más de 28.000 raciones, 3.000 más que en 2023.

Roberto Herrador, responsable del comedor social de la parroquia Virgen del Camino de Collado Villalba / Fotografía Rafa Herrero

El 20 por ciento está en situación de calle, para ellos Roberto les prepara una cena fría a base de bocadillos, sándwiches… porque no tienen donde calentar. Lo mismo ocurre con aquellos que aunque vivan en habitaciones alquiladas el propietario no les deja utilizar la cocina ni la calefacción.

Imagen de una de las paredes del comedor social de la parroquia Virgen del Camino de Collado Villalba / Fotografía Rafa Herrero

Para paliar esta situación surgió hace años el albergue que Cáritas tiene en Los Negrales, pero solo hay disponibles 16 plazas para hombres y cinco para mujeres y hay lista de espera. Solo funciona de octubre a mayo. ¿Y el resto? Se buscan la vida en cajeros automáticos, en un coche, en un contenedor de tren abandonado en el polígono P-29, como Reduan, o se van cada día a la T-4 de Barajas colándose en el tren hasta Madrid.

Almacén del comedor social de la parroquia Virgen del Camino de Collado Villalba / Fotografía Rafa Herrero

Para otros el escollo es su nacionalidad. María, por ejemplo es brasileña y durante 25 años la han prostituido hasta que la echaron, ahora es complicado que desde su país de origen le envíen la documentación necesaria para solicitar una ayuda. O su salud mental, como el caso de Luis, que fue profesor de colegio y tiene esquizofrenia, o el de Santiago, de 21 años, que estudió auxiliar de enfermería y una depresión le llevó a esta situación durante dos años, aunque ahora está trabajando. “Con enfermedades de ese tipo es complicado salir”, reconoce Roberto. En el caso de las mujeres la vida en la calle se complica. “Están más desprotegidas”, hay más violencia contra ellas. “Vivir en la calle es muy peligroso”.

Con trabajo y sin dinero

La gran mayoría de los comensales de “Los panes y los peces” no tienen una red familiar o de amigos que les sustente o no tienen contacto con ellos por diferentes motivos.

Miguel, uno de los voluntarios del comedor social de la parroquia Virgen del Camino de Collado Villalba / Fotografía Rafa Herrero

Con ellos trabajan de manera individual desde Cáritas, con Raquel, la trabajadora social, buscando soluciones, dando apoyo. Si hay un problema de drogodependencia, se deriva al CAID de Collado Villalba.

“Para nosotros, que de diez personas, dos salgan adelante ya es un éxito. Es muy difícil, no se trata de que encuentren trabajo, sino que no les da para poder alquilar una vivienda o una habitación. Cuando encuentran trabajo, desde aquí les apoyamos dos meses hasta que cobran. Algunos tienen una pequeña pensión, pero no les llega y hay que ayudarles pagándoles sus gastos de luz, agua…Si pagan sus gastos, no les da para comer”, explica Roberto. “Cuando salen del Comedor, pueden pasar a Recursos, y ahí les dan comida dos veces al mes. Eso es un éxito, pero hay gente que es crónica”, dice Roberto.

Roberto Herrador, responsable del comedor social de la parroquia Virgen del Camino de Collado Villalba / Fotografía Rafa Herrero

“Hay mucha gente en Villalba que ni se imagina la situación de calle, son invisibles”, dice Mireia, una de la voluntarias del comedor de la Virgen del Camino. “Pueden estar sentados a tu lado en el autobús y no te das cuenta, no es la pobreza de antes”, se lamenta.

Un día cualquiera

Una empresa de catering que colabora con Cáritas les lleva la comida preparada cada día. Trabajan con gente en exclusión a la que dan trabajo durante dos años. Una vez que llega al comedor se deja en una mesa de calor o se distribuye en el almacén, donde comparte espacio con productos de higiene, que también se reparten.

Imagen de una de las mesas de calor del comedor social de la parroquia Virgen del Camino de Collado Villalba / Fotografía Rafa Herrero

Roberto y sus 20 voluntarios ponen la mesa, una vajilla de porcelana y cubiertos de metal, nada de plástico, que esperan que se abran las puertas. Aunque el horario es de 13.00 a 14.00 horas, siempre se alarga algo más. “Siempre les digo que no coman con prisa, que estén tranquilos, porque a mí diez minutos más me da igual”.

“Tenemos tres o cuatro turnos. Les servimos la comida como si fuera un pequeño restaurante. Les damos el trato más humano posible en el rato que están aquí, es lo único que les exijo a los voluntarios es cariño. Se trata de ayudar, no solo de que vengan a comer. Hay que entender su situación y hablarles, a veces, es el único trato que tienen en todo el día”. “Aquí les damos alimento físico y para el alma”, añade Mireia.

Mireia, una de las voluntarias del comedor social de la parroquia Virgen del Camino de Collado Villalba / Fotografía Rafa Herrero

Aunque al principio también preparaban desayunos, ahora se lo dan en el Hogar Santa Rita, en la antigua iglesia de Santiago Apóstol. “Ahí pueden también ducharse y lavar la ropa”. Luego se prepara la cena para llevar de dos tipos: los que la pueden calentar y los que no. Como el comedor solo abre de lunes a viernes, también se organizan paquetes para llevar para los fines de semana.

En cuanto al menú, Roberto dice que “es muy variado. Hoy, por ejemplo, tenemos judías con almejas y pavo de segundo. Damos verdura, fruta, pescado, pollo… y también café. El día que tengo bombones, se los pongo. Aquí se respeta si alguien no quiere comer algo”.

Póster colgado en la pared del comedor social de la parroquia Virgen del Camino de Collado Villalba / Fotografía Rafa Herrero

“Todo esto lo paga Cáritas, la Iglesia”, defiende orgulloso Roberto, “los feligreses que hacen donaciones y nos dan comida o ropa”. Mención especial hace a Carrefour, que dona excedentes de alimentos, y a sus empleados, que “nos traen, por ejemplo paquetes de pañales que la gente abre en la tienda y que ya no se pueden vender”.

Más de 11 años

Las paredes del comedor “Los panes y los peces” están llenas de fotos de muchos de los usuarios que han pasado por estas mesas durante los más de 11 años que lleva en funcionamiento esta iniciativa. Las imágenes recuerdan a Conchi, que dormía en un cajero automático de la calle Real y le faltaba una pierna por una operación de cáncer. Tras una colecta, Roberto le compró una pequeña moto para poderse desplazar. “Le dimos una sorpresa”. Falleció hace unos meses.

Puertas abiertas

“Aquí las puertas están abiertas a todo el mundo, no se les exige nada, ni ir a misa; lo único que hacemos es bendecir la mesa. Al que llega por primera vez yo le tomo los datos y le derivo a Cáritas de su municipio para que le hagan una ficha. Hay que gente viene por sí misma, pero también me deriva Cruz Roja o el Ayuntamiento desde Servicios Sociales, y luego el boca a boca funciona muy bien”, explica Roberto, que añade que para ser voluntario “solo hay que hablar conmigo. Ahora estamos colaborando con alumnos de Trabajo Social del IES Jaime Ferrán de Villalba y de segundo año de la carrera de la Universidad Francisco de Vitoria”.

Roberto Herrador, responsable del comedor social de la parroquia Virgen del Camino de Collado Villalba / Fotografía Rafa Herrero

“¿El futuro? No sé, desde fuera parece que todo va bien, pero no es verdad. Que haya gente que trabaje y no le dé para comer es una barbaridad. Quizás ves que el objetivo final es conseguir que una persona tenga trabajo, pero es que aún así, tampoco. Aquí no hay futuro, hay presente”.