El Tragamillas, una leyenda de 1.042 lunas: “Nadie sabe lo que es para mí el atletismo y lo que yo soy para el atletismo”
El deportista más icónico de Collado Villalba cumple 80 años, con el entrenamiento como arma contra el declive.
Aquel bebé de meses que llegó en 1944 a Collado Villalba, procedente de las dehesas salmantinas, tiene ya 80 años; o como le gusta a él decir: 16 lustros que se traducen en 1.042 lunas, efemérides cumplida en abril, cuando tuvo lugar esta entrevista. No le gusta hablar de su edad, de hecho lo aborrece, pero sus números ‘redondos’ sirven de excusa para acercarse a un personaje prácticamente inabarcable. Son muchas décadas de atletismo, tantas que, en no pocas ocasiones, Antonio Ledesma, el popular ‘Tragamillas’, corre en solitario en su categoría de súper veteranos. Cuando existe, claro.
Antonio, albañil y constructor de profesión todavía en activo, autor de reformas en edificios emblemáticos de la Sierra, incluso en panteones de cementerios construidos en clave monumental, como el madrileño de San Isidro, ha hecho decenas de miles de kilómetros corriendo; casi la mitad de la distancia que separa la Tierra de la Luna, según sus notas, y durante muchos años lo hizo como un proscrito. Hasta que el boom del atletismo popular traspapeló su rol: de loco, a icono; de extravagancia paisajística, a ser el deportista al que para la gente en los caminos, ya para conocer sus secretos, o simplemente para hacerse la foto con uno de los mayores embajadores del Deporte serrano a nivel internacional, admirado por su perseverancia en el esfuerzo, los hitos de su carrera, las anécdotas que se cuentan por cientos… Y todo ello aderezado con su inconfundible y larga barba, que con la cinta en el pelo y la ausencia de calcetines le confieren un aire romántico, de los que se tienen además por irrepetible.
Antonio Ledesma, el icónico ‘Tragamillas’, es algo así como ‘el último mohicano’ de una manera de entender el Deporte en vías de extinción.
¿Los deportistas veteranos estáis hasta las narices de los periodistas que os preguntan por la edad?
Por los periodistas y por la gente exterior, que lo primero que hacen es preguntar eso. Te puedo contar una anécdota: el otro día, entrenando en Cabeza Mediana me encontré con un atleta, hicimos una subida muy dura y, luego a la bajada, lo primero que me preguntó fue la edad. Es algo que no sé por qué ocurre. Si yo intereso como corredor, ¿por qué me tienen que por la edad? Y otra cosa: también por mi estado civil. Yo creo que eso sólo me interesa a mí.
Dejo enseguida el tema… Cumpliste 80 años justo antes del Día del Trabajador, pero a ti te gusta contar de otra manera: en lustros, que serían 16, y en lunas. ¿Cuántas lunas son?
Son 1.042 lunas y media, concretamente hoy se cumple esa fecha
Miras atrás, ¿y tú te veías siguiendo en el atletismo a esta edad? ¿Te has sorprendido a ti mismo?
Me sorprende que no haya sido capaz de hacer la idea que tuve cuando yo estaba en plenitud. Pensaba: cuando yo sea mayor y ya no pueda estar delante en las carreras, me dedicaré a entrenar a chavales. Pero ese vicio de ponerme el pantalón corto y estar en las carreras no me ha dejado. Me ha costado mucho, pero ya me estoy mentalizando de que tengo que estar bastante atrás. Mucha gente me dice cosas, pero bueno, mira, tú no sabes de qué va esto. Si lo supieras a lo mejor me aplaudías.
¿Te produce un choque ver cómo son las carreras ahora, en relación a cómo eran antes?
Es enorme. Entonces éramos amiguetes, que no sabíamos ni correr. Recuerdo que me llegué a comprar un libro para ver cómo podía entrenar y todo eso. Nos enterábamos de dónde había carreras por las fiestas de los pueblos. Ahora esto se ha multiplicado, tienes todas las opciones en internet, donde lo ves todo y lo tienes al alcance. Entonces, las carreras eran como un día más de fiesta en los pueblos, sin embargo, ahora se han montado como un negocio de los organizadores, aunque muchas sean en las fiestas del pueblo.
Para los que te conocen menos: ¿El Tragamillas se considera villalbino, o salmantino de Martín de Yeltes?
Soy salmantino de Martín de Yeltes, nacido allí, pero vine a Villalba con 36 semanas. Bueno, me trajeron mis padres.
Fue por razones laborales de tu padre…
Sí. Entonces yo no tenía uso de razón ni nada. Mi padre se vino con el duque de Pinohermoso, por los toros.
Cuando me contaste que eras hijo de mayoral, enseguida lo relacioné con un gran atleta de la Sierra, Alejandro González de Miguel, al que conoces bien…
Sí, de Baltasar Ibán, en la finca Wellington. Claro, conozco a su padre, le he visto muchas veces. Cuando su hijo era chiquitín, yo le decía: ¡ojo con el niño! Las marcas que está haciendo, sobre todo en 1.500, son estratosféricas. De hecho, fíjate si luego se ha disparado. Es que la zona ésa…
Ese entorno del Campillo, de dehesa y toro, se debe parecer mucho al de Martín de Yeltes. Es como si el destino hubiese querido llevarte a una réplica de los paisajes de tu niñez…
Si yo regreso allí, por supuesto que ha evolucionado, pero no tiene que ver con esto. Hace muchos años, sí se parecía, pero ahora vas allí y sí parece que das unos pasos para atrás. Allí hay muchos más toros, hay más ganaderías. Ahora esto se ha empobrecido, debe ser poco rentable, no sé. Antes estaba Victorino, Remigio Tibor, Amelia Pérez-Tabernero… Había muchos.
¿Te gusta el toro? ¿Eres experto en el mundillo?
Me gusta y conozco bastante, he tenido motivos. Hace muchos años se herraba todo a mano, y a mí me llamaban junto a mi hermano e íbamos a los herraderos a coger a mano los chotos para herrarlos. Tengo muchas anécdotas. Yo entonces ya corría mucho, pero no hacía atletismo, y me avisaban cuando había algún chotillo que no quería entrar y, para no soltarle los perros, que podían hacerle daño, me ponían en un sitio para que se arrancara hacia mí y poder llevarle a la manga, esa especie de embudo que les conduce a los corrales
¿A tu padre le hubiera gustado que te hubieras dedicado a ello? ¿Cómo veía que tiraras por el atletismo?
Mi padre no se metió mucho en la decisión que yo tomé sobre mi forma de vivir. Sí que me decía muchas veces, con esos dichos de la gente mayor: “Hijo, ¿cómo vas a esas carreras? ¡Que carrera que no gana en el cuerpo la tiene!” Pero era algo innato que me venía de pequeño.
¿Te acompañaba alguien en esos inicios?
Nadie, absolutamente nadie. Eso fue muy mío. Lo de correr entonces no existía. A mí me gustaba el fútbol, pero para verlo, no para jugarlo. Iba a partidos de solteros contra casados, a dar los trofeos, que los metíamos en el Bar El Abuelo… Pero entonces lo que hacíamos era ciclismo, para subir a ver la Vuelta a España, la Vuelta a los Puertos y otras carreras que pasaban por aquí. Mi hermano subía muy bien, pero yo muy mal. Era el deporte que hacía. Luego se hizo un poco de atletismo por donde tiene la sede la Peña Campera. Era un campo, y yo recuerdo hacer algo de atletismo, pero lanzamiento de peso y cosas así, nada de carreras. Pero yo tenía tanta afición, que cuando corría Mariano Haro, yo era casi el único que me iba a verlo por televisión, cuando corría la Copa de las Naciones, creo que se llamaba.
Mariano Haro era tu ídolo, entiendo…
Por supuesto, porque además era el que más se conocía. Pero después fueron apareciendo otros. Por ejemplo, me gustaban mucho los ingleses: Sebastian Coe, Steve Cram… De verlos cuando empezaban vino eso de no llevar calcetín.
Eso es marca de la casa. ¿Siempre has ido sin ellos?
Quizá en los primeros arranques llevaba calcetines de esos que no se ven, pero sólo fue en las primeras carreras. Luego, tengo cientos de fotos en las que no llevo calcetines en ninguna.
¿Y ningún problema en los pies por ir así?
En absoluto. De hecho, en una maratón de Madrid, la empresa que organizaba te miraba los pies antes de la carrera y luego al terminar. Y no se lo podían creer.
Claro, uno puede pensar: si no le ha pasado nunca nada en los pies sin calcetines, será porque siempre ha llevado unas zapatillas súper. ¿Era así?
He llevado unas zapatillas siempre dentro de mis posibilidades económicas. Ahora se puede más, y hay zapatillas muy especializadas. Pero entonces no las había, decías: éstas son para larga distancia y éstas para corta distancia. Yo no pasaba de ahí. Recuerdo tener unas New Balance que se me iban para afuera. Las compré en Zulaika, allí en Moncloa, y fui a decirlo. Quisieron hacerme un estudio de pies y de todo, pero ya les dije que lo que tenían que hacer era darme otras zapatillas.
Hablemos del atletismo como pasión ¿Una de tus mayores satisfacciones es que te ha llevado por todo el mundo?
Sí. Probablemente, sin el atletismo no habría salido de Villalba. Gracias a ello he conocido otras culturas y otras gentes. Gracias a eso creo que somos todos más hermanos, más amigos.
¿Y cuánto te ha ayudado a ello esa barba que luces desde 1972?
Exactamente desde el 79, y fue por una apuesta. Yo ya me había dejado bigote en la mili, y ese bigote ya fue muy famosillo. Tenía muchas ganas de dejarme barba, pero entonces uno estaba más cortado por los padres. Me la dejé por una apuesta, y claro, eres joven y acabas con todo. Dices: ésta es la mía.
Esa barba, tan conocida aquí, lo es también a nivel internacional por aquella famosa campaña publicitaria que llevó tu imagen a los autobuses de Nueva York. ¿Qué sentiste al verte ahí?
No es que fuera esa campaña publicitaria en Nueva York. Antes había contactado conmigo la marca Asics, porque habían captado unas imágenes mías en la Maratón de Londres. Entonces me llamaron, y yo no entendía casi nada. Me escribieron un correo electrónico y yo no me enteraba, tuve que llamar a alguien para ver que no era una broma que me estaban gastando. Al final cuajó, y vino una persona aquí que hablaba muy bien español. Hicimos un contrato de un año, me dio algo de dinero y bastantes pares de zapatillas, de las cuáles no he podido utilizar ninguna. Di mi número europeo, y no me valió ninguna. Pero mi imagen estuvo durante un año en Nueva York y en muchas partes del mundo.
Tú que sigues el fútbol, cuando lees lo que cobran los futbolistas por esas campañas de imagen, dirías: aquí algo me he perdido, ¿no?
Bueno… Me lo he perdido. De hecho, ahora mismo los deportistas que más ganan son en cuatro o cinco deportes, el atletismo es en lo que menos se gana, salvo dos o tres excepciones, pero nada comparado con futbolistas o gente del golf o la Fórmula 1. El atletismo no está pagado. Y ojo: me gustaría que la gente que le gusta tanto el fútbol, y admira cómo juegan Benzema, Mbappé y toda esa gente, supiera que la capacidad de entrenamiento que yo hago es muy superior a la de ellos.
¿Sigues saliendo seis días por semana a entrenar?
Sigo saliendo seis días a hacer ejercicio físico. A entrenar, puedo hacer dos, tres, cuatro, según, porque ya estoy más tocado que el himno nacional y tengo que cuidarme un poco, porque lo único que no me duele son las palabras. Los demás días los dedico al gimnasio. El otro día hice una hora de spinning, y cuando me bajé de la bici dije: cuidado, que me puedo caer. Hacer menos de una hora no tiene sentido. Y luego hago algo que es así como el crossfit, mortal, quince minutos de elíptica… Seis días a la semana hago ejercicio físico exigente.
¿Y tienes algún problema de articulaciones, algo físico que te traiga de cabeza y sea un problema recurrente?
Sobre todo, tengo tocada la rodilla izquierda. Cuando me exijo mucho, me molesta.
¿Te aplicas eso que un día dijo tu amigo Carlos Soria, de que cuando no pueda subir montañas de ocho mil metros, irá a las de siete mil, y si no a las de seis mil?
Sí es un poco así. Yo antes estaba en todas las carreras poniéndome el primero para dar el máximo, y ahora me costaba aceptar no estar ahí. Antes al cuerpo le pedía lo que quería hacer, y me decía: ¡vale! Ahora te dice que no, que más despacio. Y no tengo más remedio que no disputar las carreras a tope, voy para seguir disfrutando en ese mundo del atletismo que me apasiona. Porque nadie sabe lo que es para mí el atletismo y lo que yo soy para el atletismo.
¿Sigues llevando en tu cuaderno la cuenta de los kilómetros de entrenamiento y carreras que has hecho en tu vida? Dijiste en su día que habías superado los 120.000 kilómetros, pero esa cifra yo la leí hace más de una década. ¿Sigues con la cuenta, o ya la has olvidado?
No, qué va, para nada. Sigo con ello. Lo único, que no tienen que ver nada los entrenamientos bestiales de hace sesenta años con los de ahora, que los ves y parece que éste va andando… Haces menos kilómetros. Antes, en el Polígono, hacía series a lo bestia. Y en las pistas, cuando eran de tierra, he hecho ni se sabe las series alrededor del campo de fútbol, pasando por el charco que se formaba donde la Guardia Civil; diagonales al campo de noche, cuando no estaba iluminado, con series en progresión, cogiendo de referencia estrellas para ir recto de una esquina del campo a la otra.
En eso sí ha evolucionado Villalba: de una pista de tierra a una sintética, con los materiales de vanguardia de Mondo…
Claro, no tiene nada que ver. Antes éramos muchos en Villalba, pero es que ahora somos muchísimos. Recuerdo que en una reunión en la Ciudad Deportiva me preguntaron que si en Villalba hacía falta más. Y yo les dije: decidme un pueblo, que sea más o menos del tipo de Villalba, que tenga mejores instalaciones. No les salía. Te hablo de hace cuatro o cinco años. Tenemos unas instalaciones de lo mejor.
Hablabas antes de series de entrenamiento muy exigentes. ¿Tú eres como otros casos de atletas que he entrevistado, de los que acusaban en competición la excesivas cargas de trabajo, de los que, quizá por los nervios de una carrera, les costaba sacar su potencial real con un dorsal puesto?
No. En lo que sí he tenido problemas es en entrenar con otros, pero en eso no he tenido problemas. De hecho, cuando he tenido carreras de 5.000 o de 10.000 metros, el viernes hacía series de 400 ó 500 metros, y entonces el domingo me encontraba muy fino. En los primeros tiempos, cuando estaba en el equipo de Colmenar Viejo, yo no quería ir a entrenar con los demás. No les aguantaba, no podía. Y luego íbamos a las competiciones y no eran nadie a mi lado. No sé…
Te salía mejor la competición…
Iba mejor, mucho mejor.
¿Quizá también por la mayor motivación de ver a la gente, de adelantar… ?
Ahora son miles, pero entonces éramos cientos… Entonces, ¿qué ocurría? Que ellos pensaban que para ganar a Ledesma había que tomar mucha ventaja en la salida, porque yo iba de menos a más. Yo no podía ir más deprisa, pero terminaba progresando. Esa era su estrategia, pero casi no les valía (ríe).
Te consideras un buen estratega, entonces…
Sí. Siempre me decían que qué hacía para terminar tan bien. Para hacer una maratón o una media maratón, tienes que saber lo que vales, luego hacer un reparto equitativo para esa distancia, y si es posible, conocer el circuito. Pero también he tenido problemas en muchas maratones, en las que he terminado muy mal, con miedo de que me tirara una moto o una bicicleta.
¿De qué marcas tuyas cuando estabas en plenitud te sientes más satisfecho?
He hecho tres maratones en dos horas treinta y algo, dos treinta y cinco o algo así, creo recordar, no más. Una fue en Madrid, en un año con unas lluvias tremendas, horribles, y cuando era muy dura; luego en Arosa, también sobre dos treinta y cinco. Y también en Lisboa.
¿Y en pista y montaña?
En un 10.000, que era un control en el INEF, hice 34 minutos y pasé el 5.000 en 16:19. Ése se me quedó grabadísimo. Buena marca para ser popular.
Marcas aparte, tienes infinidad de anécdotas y de carreras curiosas. ¿Cómo fue eso de correr una prueba naturista, desnudo y además de noche? Además era aquí en la Sierra, ¿no?
Y no sólo una, sino que han sido trece ediciones, y aproximadamente por el 20 de enero y por la noche, a partir de las nueve. Con frontal, todos y todas.
¿Sólo zapatillas y frontal?
Bueno, salíamos con un tanga. Era una carrera informal, no era competitiva, nos íbamos esperando todos, y luego tomábamos un aperitivo allí.
¿Eso es lo más estrambótico que has hecho, o tenemos que meter ahí lo de la Media Maratón del Metro de Madrid, corriendo por túneles y respirando de aquella manera?
Era una carrera incómoda y era irrespirable. Incómoda por el suelo, había zonas con traviesas hormigonadas que no se veían… Y a partir de las dos de la mañana, eso era tremendo. Estabas deseando ver una luz, decir: ahí hay un andén y habrá agua. Y luego el agua estaba hirviendo, o casi. Pero fue muy divertido, me lo pasé muy bien. Fue una experiencia brutal de verdad, porque meterse a correr ahí en pleno verano, con el calor que hace en esos túneles, en ese ambiente irrespirable… Éramos dos grupos, cada uno salía de una parte en una línea de Metro elíptica, y cada uno hacia media maratón para coincidir en un punto. Yo iba muy nervioso.
¿Eso ya no se volvió a hacer?
No. Se ha hecho hace pocos años en Portugal. Fuimos, pero no nos admitieron porque allí decían que era la primera vez que se hacía, y llegamos nosotros diciendo: mirad, pues nosotros hicimos esto en Madrid. Luego ya no sé si la terminaron haciendo o no.
También tienes una experiencia curiosa en la televisión argentina, en una especie de gymkana en la que debías pasar pruebas de lo más estrafalarias. ¿Cómo fue aquello?
Pues se hizo un llamamiento a través de internet, buscando a gente con ciertas cualidades. Había que ir ocho o diez días a Buenos Aires, a Telecinco de Argentina, creo, a un programa que se llamaba Wipeout, de humor amarillo que daban los chinos. Algo así. Pasé una cantidad de pruebas médicas tremendas, fui elegido y allí me planté. No hago más que llegar y me encuentro con unos que me conocían: “¡Hombre, Tragamillas! ¿Ya te quedarás para hacer la maratón, ¿no?”
¿Cómo eran las pruebas?
Bestiales, muy a lo bruto. Una era como pasar por un muro, por un estribo que estaba todo lleno de puños de boxeador saliendo, y claro, te daban y te tiraban a una piscina de barro… Salías de allí y hasta que lo pasabas era tremendo. Luego, la última prueba para pasar a la final no la superé. Pasó una chica que era guía de museos en Madrid que luego no quiso hacer la final, después de quitarme a mí. Se trataba de entrar de lado en una cinta muy larga que iba a toda velocidad, que te llevaba a un foso lleno de esponjas impregnadas de blanco -harina-. Salías que parecías un panadero y luego tenías que pasar en la cinta por tres puertas que estaban colgadas, mientras te lo llenaban todo de pelotas de tenis. Fue bestial, lo más duro. La chica hizo mejor tiempo que yo. Eran pruebas más bien para reírse, pero eran brutales. Yo me lo pasé fenomenal.
Luego tienes otra anécdota muy buena ‘a lo Perico Delgado’ en Badajoz, lo digo así porque llegaste tarde a una salida…
Sí, sí… Fui a hacer una maratón a Badajoz y me quedé en una casa particular. Entonces había que madrugar muchísimo para la maratón, que era a las ocho de la mañana, y el dueño de la casa me dijo que no iba a ir a la carrera. Entonces me acompañó con el coche a ver dónde estaba la salida, el camino que había que coger y tal, porque como iba a ir de noche… Antes de llegar vimos un hueco para aparcar, al lado del Guadiana, cerca de la salida, y allí lo dejé, porque podía ir trotando a la salida. Pues pasó que la niebla en el Guadiana se pone ya, y no encontré el coche. Era tan temprano que no había nadie por la calle, y no sabía ni dónde estaba con la niebla. Miraba el reloj y tenia un estrés enorme. Encontré a una persona que me indicó, y llegué corriendo, ya desesperado, cuando iban a dar la salida y estaban con el descuento de diez para abajo. No me dejaron colocarme, y entonces me puse como 50 metros por delante de todos, me agaché para quitarme el chándal y se lo tiré a los que daban la salida. Era un chándal de Rodper, de los que no tenían cremallera como los de ahora, y me tenía que quitar las zapatillas y todo. El dorsal me lo puse corriendo.
Citas Rodper… ¿Cuáles han sido tus clubes?
El primero el de Colmenar Viejo. Me cogieron porque quedé de los primeros en una carrera de Soto del Real a Colmenar…
¿Fue allí donde tuviste el primer entrenador de tu vida?
Sí, se llamaba Mario. Después tuve a otro que vivía en Galapagar, que entrenaba al club de Guadarrama, que nos llevó a otro y a mí a Almería a correr a las dunas. Yo no sabía cómo correr en arena. Eran diez kilómetros. El otro creo que era de Guadarrama, y ganó. Yo hice antepenúltimo, pero doblé a uno, ¿eh? ¡Qué desastre! ¡Qué vergüenza pasé! Si lo sé no voy.
Estábamos con tus clubes…
Sí, me preguntaba cómo en Villalba no había ninguno. Tengo un periódico ‘Sierra’ de cuando hice un llamamiento a los que empezábamos a correr para formar un club. La primera reunión la tuvimos donde estaba el Banesto, en el Bar España. Nos juntamos en la terraza y ahí empezamos a hablar. Estaba Daniel (conocido por la tienda Deportes Daniel’s), el de Correos, que ahora no me acuerdo cómo se llama… Nos juntamos siete u ocho. Hicimos los estatutos y terminamos fundando el club, haciendo presidente a Daniel, y yo en la directiva. Es una pena que no se reconozca. Yo no quiero que me den ningún premio, pero sí se debía reconocer a quien hace algo por un pueblo. No se reconoce nada, absolutamente nada.
¿Lo dices por Daniel, por ti, o en general?
Quizá un poco por mí. Llevo toda una vida, he fundado un club, aunque no fuera yo solo… Yo no hablo nada que no se pueda demostrar, tengo el periódico guardado. Y lo he visto en casa estos días… Bueno, después estuve en el Tierra Trágame, que es de montaña única y exclusivamente, y luego en el Castillo, que es un club, como todos sabemos, no federado.
El CD El Castillo sí te apreció, dedicándote La Tragamillas, algo que debe de ser un motivo de orgullo. He leído por ahí que eres el único atleta popular con una carrera a su nombre, no sé si refiriéndose a España o a nivel de Madrid…
Sí, es un motivo de orgullo que se hayan acordado de mí y que eso quede como para la historia, un poco. Aquí no corría nadie. Había un inglés, no sé si se llamaba Powell, que era arquitecto y después se marchó a La Manga, pero nada más. Yo he corrido por todos los sitios, de noche, cuando no había ni carreras.
Una muy buena la creaste tú: la Popular de Cerceda. La organizaste durante muchos años. ¿Cómo fue aquella experiencia?
Tengo mucha familia en Cerceda y he trabajado allí muchos años, tengo un contacto enorme. Allí soy hermafrodita, porque soy el padre y la madre de la carrera. Organicé 27 ediciones, pero cuando llegaron unas elecciones municipales, salió de concejal de Deportes un chico que no era del pueblo, pero veraneaba allí. No me dieron ni una distinción ni nada y este chico me llama un día y me dice: “oye, que quisiera que me echaras una mano con la carrera”. Yo le dije: “Hombre, que yo sepa, por utilizar el símil taurino, ningún maestro ha sido subalterno. Hombre, si lo organizas tú, lo organizas tú, pero a mí no me vengas con que te eche una mano.
Ese concejal te abrió la puerta de salida de la Popular de Cerceda…
No es que me abriera la puerta, me dio un empujón con el pie. Como he dicho, soy el hermafrodita, el padre y la madre de la carrera, que me he matado para llevarla a cabo… A mí el Ayuntamiento me daba un dinero y no me pedía cuentas, sólo quería que saliera bien. Y yo me dejaba todo. Puedo decir que en alguna ocasión he perdido dinero. Yo repartía todo: en jamón y trofeos para los tres primeros de cada categoría, a los cinco primeros de la absoluta, sorteaba cenas, jamones, ropa deportiva… Y luego a última hora, llega ése…
Y desde aquélla te olvidas de lo de ser organizador, aunque eso sí: has asesorado a la organización de la Tragamillas, ¿no?
Bueno, he estado ahí cuando se organizaban las primeras carreras, nos juntábamos unos cuantos y colaborábamos. Sí, la experiencia de Cerceda me desmoralizó un poco, porque parece que organizar una carrera no es nada. Ahora es más complicado porque hay más gente, pero las máquinas ayudan. Entonces había que hacerlo todo manual.
Turno para tu condición de corredor de montaña, una de las especialidades de la casa, en la que tienes travesías de ocho o nueve horas en buenos tiempos. ¿Una fue por Castellón, no?
Sí. Ahí había hecho la maratón de Madrid. Estando en el Tierra Trágame formaba parte de un equipo de la Comunidad de Madrid para el Campeonato de España de carreras de montaña. Corrí la maratón de Madrid y 15 días después me dicen que hay que ir a Castellón, que hay que hacer maratón y media, en el Campeonato de España de fondo en montaña: 65 kilómetros… Mortal. Tuve unos problemas enormes, con los gemelos que se me subían. Podía haber sido fácilmente campeón de España, como veterano que era, porque sólo había una clasificación, pero tuve enormes problemas y acabé cuarto. En los últimos kilómetros estiraba para volver a correr. Hice menos de tres horas en la maratón de Madrid y allí, en Castellón, bajé de ocho horas. Ahora te vas a éstas que hacen de más de 60 kilómetros, y la inmensa mayoría supera las diez horas.
¿Es la mayor distancia que has hecho en competición?
Sí, es la mayor que he hecho. Estuve por hacer otras, pero es algo que no me llevaba, porque creo que iba al límite del cuerpo, me parecía un castigo mortal, no de competir, sino de resistencia.
O sea, ¿que no has querido explorar tus límites al máximo, que has antepuesto acabar las carreras en condiciones y no derrengado?
Quizá, porque yo he observado que mi distancia era la maratón o la media maratón. Ahí siempre he ido muy bien y ha sido donde me he exprimido. Si me dicen tras una maratón que tengo que hacer otros 40 kilómetros, creo que me castigaría demasiado y me acortaría la vida en el atletismo.
Donde tiene pinta de que te lo pasas muy bien es en la Subida al Angliru, allí en Riosa…
Allí soy la figura, todo el mundo me conoce, porque yo creo que el 80% de la gente que va, repite. Antes entraba muy adelante, pero ahora ya llego muy atrás. Este año estuvo La 2 de TVE a hacer un reportaje y me dijeron: “ven para acá”. El organizador me invita a comer, es muy majete… Llevo haciéndola muchos años, me gusta porque es una exigencia muy brutal, pero de poco tiempo. El cuerpo no lo dañas tanto.
¿Cómo es eso de subir, por ejemplo, la Cueña Les Cabres, esa recta del 24%? ¿Es verdad que hay que apoyar las palmas de la mano en las rodillas?
Si vas corriendo no puedes hacer eso. En las últimas ediciones ese tramo lo he hecho andando, pero andando a una velocidad bastante gorda, y sí he puesto las manos en los muslos. Pero antes, siempre corriendo, todo, todo… Ese tramo es una recta que parece que no tiene exigencia, pero empieza en una curva, miras y dices: ¡pero bueno, aquí habrá que poner una escalera! La Subida al Angliru es muy divertida, la distancia es corta, son 13 kilómetros, pero es exigente, exigente… Siempre me ha gustado lo que no sea fácil, porque lo fácil está al alcance de todos, y yo no quiero ser uno más.
En el pueblo de abajo, Riosa, hay una peña que homenajea la memoria del Chava Jiménez, primer vencedor en el Angliru en la Vuelta a España de 1999. A ti te gusta mucho el ciclismo. ¿Te llamó la atención ir allí por eso, o lo tuyo allí viene de antes?
Antes de que la Vuelta subiera al Angliru ya lo había subido yo. He ido muchos años, lo que pasa es que estuvo un tiempo suspendido. Lo retomaron los hermanos Capitán, Vicente y José Luis; no Manolo, el otro hermano, que corría y era de mi nivel. Vicente era de nivel máximo.
No me resisto a preguntarte: ahora está la moda de medir todo, de llevar relojes inteligentes, pulsómetros; de llevar zapatillas a la última… ¿Qué te parece eso de que hasta el último atleta popular vaya ‘armado hasta los dientes’?
Siempre he dicho que yo soy el pobre de los que corren y soy el que más corre de los populares. Y no es porque no quiera comprarme un reloj así u otro, sino porque siempre me he guiado por mi punto de forma y las sensaciones, sobre todo las sensaciones. En una carrera gané un pulsómetro y no lo he estrenado. Me guío yo. Y nunca he tenido problemas. Lo que sí hago es llevar un régimen de alimentación un poquito sano…
Lo que no quita para que te tomes tus botellines y te tomes tus licencias…
Claro, yo los fines de semana siempre tomo cerveza. Antes de la maratón siempre tomaba una o dos cervezas, porque son muy buenas y, sobre todo, reguladoras del sueño. Lo he hecho siempre. Y otra cosa: como 20 ó 30 minutos antes de la maratón, me tomaba un café negro, prácticamente sin azúcar. Sobre todo porque es muy bueno para lo que se llama ‘El Muro’, que empieza a partir del kilómetro 25 ó 30, para esa transición de quemado de hidratos de carbono a quemar grasas. De hecho, yo nunca he tenido ‘El Muro’. He terminado muy cansado, mal en algunas maratones, pero no he tenido motivos para utilizar todas esas cosas. Te pueden ayudar un poco, pero si tú no tienes clase en los entrenamientos, no vas a ir más allá.
¿Qué te queda por hacer en el atletismo?
Muy breve: me queda por hacer entrenar hoy, entrenar mañana… Mentalmente estoy viendo que se me aproxima el final y procuro aguantar lo máximo posible, porque el atletismo forma parte de mi vida, aunque se crean que no. El otro día ha habido unas personas que, a raíz de lo de Blanca Fernández Ochoa, que por cierto, aquel día aparcó su coche donde lo dejo yo, en el aparcamiento de Majavilán, han formado una empresa para ir preparando a los atletas o deportistas de élite para que cuando se retiren, no encuentren ese vacío de decir: mañana no tengo que ir a entrenar, ¿y qué hago? Es lo que yo no quiero perder, quiero seguir ahí. Me gusta seguir teniendo el tipo que tengo y la salud que tengo. He observado que esto me ha dado mucha salud. No me va a dar más años, pero le va a dar salud a mis años.
¿Cómo celebras los 80 años y las 1.042 lunas? ¿Algo especial?
No lo sé. Hay cuatro días de fiesta y pilla en el medio.
¿Quizá subirás con tu pequeño lobito a la Peña del Águila, una de tus montañas preferidas?
El lobito, desgraciadamente, se me murió en diciembre. Tengo ahora otro perro que estoy preparando, al que ya le doy algunos paseítos. Lo que pasa es que solamente tiene cinco meses y es muy joven. Pero claro que me lo voy a llevar, por supuesto que va a experimentar todo lo que es la montaña.
¿La Peña del Águila es tu preferida, o hay otras montañas?
Desde las Dehesas de Cercedilla, tienes todas las que quieras. La Peña del Águila la he subido muchas veces, aunque quizá haya subido más al Montón de Trigo.
Entonces tu sitio es Cercedilla…
Sí, porque hay muchas fuentes, hay muchas sombras. Sin embargo, también he subido mucho a La Maliciosa desde La Barranca de Navacerrada, aunque haya menos sombras.
Jaime Fresno