El Castillo y Las Murallas, entre dos panes
La Real Academia Española define bocadillo como una “pieza de pan abierta, o conjunto de dos rebanadas, en cuyo interior se coloca o se unta algún alimento”. Y si el diccionario incluyera casos prácticos, a buen seguro que uno de los sitios de referencia para comprobar cómo es un buen bocata estaría en Collado Villalba, ya sea en el P-29, en el P-5 o en el Pueblo: Las Murallas. Más de un cuarto de siglo de andadura desde que los hermanos Javier y Juan Carlos Martín Pose abrieran en 1989 su primer negocio en El Gorronal. Junto a ellos, otros dos hermanos, José y Teo Castillo (del histórico Mesón Castillo, en la calle Pintor Murillo), acaban de poner en marcha “34 CM”, con el que dan una nueva vuelta de tuerca al negocio: “Después de más de 25 años, damos un paso más y ahora te llevamos el bocadillo hasta la puerta de casa”.
Empezar de cero
Un reparto a domicilio que comienza a primeros de octubre y que supone un nuevo reto: “Es algo en lo que empezamos de cero, por lo que queremos ir poco a poco y haciendo las cosas bien; por eso los bocadillos van a ir en caja, para que se mantengan igual de crujientes que en el local”, subrayan, destacando que, en definitiva, se trata también de adaptarse a los actuales hábitos de consumo sin renunciar a sus señas de identidad: calidad y tamaño, porque el tamaño importa: 34 centímetros de bocadillo que se mantienen inalterables.
“Nosotros hemos ido evolucionando también con el cliente. Hay que especializarse, porque lo que es el bar de toda la vida tiende a desaparecer; llega un momento en que no puedes abarcar todo, y en ese sentido es mejor hacer una cosa bien que cuatro regular”, explica Javi Martín. “Queremos hacerlo simple, sencillo y bueno. Pero esto no es comida rápida, sino que estamos ofreciendo un producto recién hecho. El bocadillo no se empieza a componer hasta que no se pide. Incluso el pan lo hacemos nosotros, porque al principio nos lo traían de Ávila, pero ya desde hace un tiempo lo horneamos aquí mismo”, añadía Juan Carlos.
Una aventura que viene a completar una trayectoria empresarial que se remonta casi tres décadas (y más atrás aún, 40 años, si tomamos como referencia los primeros pasos del Mesón Castillo), convirtiéndose por derecho en parte de la historia reciente de Collado Villalba. “Lo típico en la época de la movida villalbina era cenar en el Castillo o Las Murallas; luego la gente se iba a La Botica, La Bastilla, el Edificio Europa o las discotecas de la vía de servicio”, recuerda Juan Carlos. Y continúa Teo: “Y para terminar, a la churrería. Mi padre dejó de abrir a las 9.00 porque entonces llegaban los que venían de desayunar…”.
“De todo lo que había entonces apenas quedan cuatro o cinco sitios. Mira cómo era Collado Villalba hace 20 años y cómo es ahora, con todo el franquiciado que hay; para poder luchar contra eso, o te espabilas o lo vas a pasar muy mal”, señalaba Javi Martín. “Es una pena, porque ahora mismo no hay una cultura de vermú, y era algo que sí existía cuando estábamos en El Gorronal”, decía Juan Carlos, mientras que su hermano incidía en el cambio de hábitos: “Antes Collado Villalba tenía dos gimnasios y ahora tiene veinte; a lo mejor es una anécdota, pero creo que resume bien cómo ha evolucionado la ciudad. La gente sale de otra manera”. Pese a todo, tanto en El Castillo como en Las Murallas pueden presumir de tener “una clientela muy fiel, lo que es una gozada”. “Es que han pasado 40 años en un caso y 25 en otro. Al final se juntan tres generaciones de clientes”.
Bocadillos y raciones de padres a hijos
La longevidad del Mesón Castillo y de Las Murallas tiene reflejo en una clientela que se mantiene a lo largo del tiempo, de manera que las raciones y bocadillos han ido pasando, literalmente, de padres a hijos. “Hemos visto niños recién nacidos, con el biberón y un chusquito de pan, que ahora vienen a comerse su bocata, algunos incluso ya con sus hijos, así que se puede decir que vamos haciendo cantera. O padres que venían temprano y, al preguntarles cómo es que venían tan pronto, nos decían que se pasaban entonces para no coincidir con sus hijos y que estos se pensaran que los estaban vigilando”.
Involucrados en la vida de Collado Villalba
Esa también es la pequeña historia de dos nombres sin los que es difícil entender la hostelería villalbina de las últimas décadas, con el añadido de que además se han involucrado de forma activa en la vida de la ciudad, desde el patrocinio de equipos de fútbol al Club de Atletismo, con la organización de la Media Maratón (la popular Tragamillas) como hito más reconocible de su vertiente deportiva.
Todo en ello en un contexto de tortilla de patatas, jamón ibérico, lomo, pollo (a la plancha o en versión ‘Chicken Villa’, el éxito más reciente de la casa), calamares, chicharrones, atún, paté, queso azul y un larguísimo etcétera. “Empezamos con siete tipos de bocadillo y ahora, sumando todas las combinaciones posibles, tenemos más de 100”. “Al local en el P-29 lo mismo venía un chaval con lo justo a tomarse un montado y un vaso de agua que un ejecutivo de Forjanor que se pedía un bocadillo de mortadela y disfrutaba como en el mejor restaurante. Cuando sabes que hay camioneros que se desvían expresamente para venir o gente que se ha ido a vivir a otra parte y después de un tiempo tiene que venir a Villalba y pasa a comerse un bocadillo, eso significa mucho”.