Un vecino sin hogar pide poder empadronarse en Collado Villalba: “Ahora estoy resguardado, no paso las noches en la calle, afortunadamente”
Miguel del Barrio tiene 63 años y no existe para nadie, bueno para sus amigos y para los que acuden a la biblioteca Miguel Hernández de Collado Villalba, sí; pero no existe para la Administración local. Lleva desde 2010 viviendo en la calle, en concreto en el ágora de este edificio que considera su “segunda casa, por no decir la principal”, dice, pero no le dejan empadronarse. Lo ha intentado en varias ocasiones -según una ley de abril de 2020 podría hacerlo en un banco, en la sede de Servicios Sociales o se podría inventar un domicilio ficticio siempre y cuando se le pueda localizar-, la última el pasado 31 de enero, y la respuesta siempre ha sido negativa.
Miguel sí tiene el DNI actualizado desde hace poco más de un mes, donde la dirección que figura es la antigua, en la Colonia San Antonio (ha vivido 62 años en Villalba), e incluso está apuntado al INEM, “pero no me podrían hacer un contrato porque no tengo domicilio”, se lamenta.
“Solo pido que me dejen empadronarme”, repite una y otra vez, ya que supondría el primer paso de muchos otros como la solicitud de ayudas, del Ingreso Mínimo Vital o de la tarjeta sanitaria. “Tampoco la tengo, si me pongo malo, voy a Urgencias y ya se solucionará”. Tiene enfisema pulmonar.
Su día a día
“Ahora estoy resguardado, no paso las noches en la calle, afortunadamente”, sino en un local que le han dejado cercano a la biblioteca con agua y luz. “Tengo lo mínimo”. No se puede empadronar ni en este local ni en casa de ningún amigo porque perdería muchos de los derechos que tiene (la concesión de ayudas depende de los ingresos que tengan todos los que viven en esa ubicación); además, es ilegal, no puedes empadronar a una persona que no viva realmente en el domicilio.
“En mi día a día me levanto a las 8 de la mañana y a las 9, cuando abren, estoy en la biblioteca”, donde pasa toda la mañana dibujando (hace copias artísticas de billetes de todo el mundo. Tiene una colección que supera los 370 ejemplares y sus amigos le han animado a que los publique en Internet e incluso que pueda venderlos), hasta mediodía, cuando va al comedor que Cáritas ha habilitado en la iglesia de la Virgen del Camino. Allí come en el primer turno, junto a otras 15 personas.
“Sí que hay gente, sobre todo extranjera, sudamericanos y magrebíes. Por ese lado, no tengo problemas. Te ponen un primer plato y un segundo de comida caliente, que se agradece en este tiempo”. “Conozco gente en Villalba que vive y duerme en el coche y está empadronado y cobra una pensión”.
Miguel ha sido dibujante; estudió delineación y Bellas Artes. También trabajó con su padre de cerrajero y en el mundo del toro. “He hecho un poco lo que me ha dado la gana. Tenía dinero y funcionaba muy bien. No te preocupabas. Tenía mi casa hasta 2010 y luego dejé de luchar, me vine abajo”. Tiene familia en Segovia y Ávila, pero no conocen su situación.
Ahora su caso está en el Defensor del Pueblo.