La Silla de Felipe II, puesto de caza y lugar predilecto de la realeza

David Merino Velilla publica un nuevo libro sobre el mítico enclave en el bosque de La Herrería, recopilando todo tipo de pruebas arqueológicas, fotográficas, documentales, literarias y pictóricas para desgranar la historia de este conjunto granítico a lo largo de los siglos

David Merino Velilla (Madrid, 1967) acaba de publicar “La Silla de Felipe II», editado por la Fundación ADIPRODE dentro de su colección de Patrimonio Mundial. Se trata de un nuevo acercamiento al conjunto granítico de Canto Gordo, situado en el bosque de La Herrería de San Lorenzo de El Escorial. Un mojón de propiedad desde antiguo, señala el autor, lugar predilecto de todos los reyes en sus estancias otoñales y primera silla de caza en los reales bosques.

Un lugar mágico que el autor explora, desde sus orígenes a la actualidad, a través de pruebas arqueológicas, cartográficas, fotográficas, documentales, literarias y pictóricas. Dentro de este trabajo de investigación, Merino desgrana la historia de este enclave, descartando la teoría de que en sus orígenes fuera un altar vetón, tal como sostiene la catedrática Alicia M. Canto.

“También yo hice mía esa teoría durante algunos años, pero con el tiempo, y sobre todo hablando con otros historiadores, me di cuenta de que no es así. Ya el Padre Sigüenza dijo que el Monasterio se construía al pie de los montes carpetanos. Si es así, no puede haber ahí un altar vetón, ni una docena de altares vetones alrededor. El contexto es un bosque de caza, el bosque favorito de Felipe II, un gran amante de las plantas y las flores, que hizo aquí su jardín”, explica Merino, que de paso reivindica la figura de autores como Vicente Rosado, quien el año pasado publicó un monumental libro sobre los “Deslindes escurialenses”, y sobre todo de Gregorio Sánchez Meco, cronista oficial de la Villa de El Escorial: “Es el mayor escurialófilo desde los tiempos del Padre Sigüenza, pero no tiene Twitter, ni Instagram, ni un blog… Siempre le digo: Pero a ver, don Gregorio, si tú ya demostraste hace 12 años que existían las Sillas con pruebas documentales, por qué esta mujer tiene más eco que tú. Y me dice: deja, David, la historia al final es la que dice la verdad”.

“Estas personas han dedicado cientos de salidas al monte, y eso, comparado con la arqueóloga Alicia Canto, que habrá ido tres veces y ha visto una figura que se parece a un humanoide… Pues no sé, es que puedes encontrar las que tu imaginación quiera”, subraya.

Pruebas literarias y pictóricas

Otro de sus autores de referencia es Adolfo Ruiz Abascal, de quien David Merino recuerda que publicó “un libro con unos 200 dibujos de rocas con formas muy particulares que hay en La Herrería, y con mi mujer me dedico a buscarlas en nuestros paseos por la zona”. Además, hace referencia a todo tipo de pruebas, desde literarias a pictóricas, como un cuadro de 1655 (en la imagen inferior), obra de Benito Manuel Agüero, en el que aparece Felipe II sentado en la Silla, explicaba.

“No es un invento del siglo XIX”, como durante un tiempo señalaron algunos historiadores, sino que su origen se remonta a la misma época del Monasterio, mantiene. “El desgaste de la piedra y de los escalones es moderno, y podría parecer por eso que es un invento del siglo XIX, o del XX, cuando se reformaron las escaleras y se tallaron de otra forma”, explica Merino, añadiendo que es entonces cuando empieza la explotación turística del enclave, pero que en cualquier caso no puede entenderse de forma descontextualizada, sino dentro de un entorno en el que hace 500 años las señales de los cotos de caza se grababan en las rocas, como antiguos mojones de propiedad.

“Recuerdo que a veces nos sentábamos al lado de la Silla y escuchábamos a las personas que llegaban, cada una con sus historias; y alguno decía: Fíjate, este es el puesto de caza ideal. Yo entonces pensaba que vaya una tontería, pero luego resulta que sí lo era. Y de hecho esas mismas escalinatas, con puestos arriba, se encuentran por todos los bosques de El Escorial, como el Canto de Castrejón, que es donde aparecieron los grabados de los reyes”, relata el autor, quien lo que sí descarta es que Felipe II acudiera hasta aquí para comprobar la marcha de las obras del Monasterio: “Lo que veía es el circuito de carretería, que es una novedad que he añadido a este trabajo; la clave es la logística, los caminos que se utilizaban para llevar las piedras”.

David Merino tiene previsto presentar el libro en un acto que tendrá lugar en la Casa de Cultura de San Lorenzo de El Escorial el próximo mes de marzo.

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