El hombre que pintó la tumba de Franco será juzgado por delitos contra la libertad de conciencia y profanación

Según ha avanzado eldiario.es, el artista gallego Enrique Tenreiro se sentará en el banquillo el próximo 10 de diciembre por pintar en letras rojas el mensaje «por la libertad» en la lápida de Francisco Franco en el Valle de los Caídos. Los hechos sucedieron el 31 de octubre de 2018, cuando los restos del dictador todavía se encontraban en la Basílica. El juzgado de instrucción número 4 de San Lorenzo de El Escorial ha acordado la apertura de juicio oral contra él por un delito contra la libertad de conciencia y otro de profanación y daños en tumba.

Mientras realizaba la performance, y antes de apartado de la tumba por los guardias de seguridad, justificó su comportamiento al grito de «por la libertad y la reconciliación de todos los españoles». «La acción tuvo lugar mientras los niños de la Escolanía estaban accediendo al Coro y los sacerdotes celebrantes de la Eucaristía se dirigían al altar mayor», señala el escrito de la fiscal, que hizo referencia igualmente al «evidente desprecio hacia los sentimientos religiosos de los presentes», puesto que la tumba se encontraba en la parte posterior del altar mayor de la Basílica.

El Ministerio Público, detalla en su información eldiario.es, acusa al artista gallego de un delito contra la libertad de conciencia, le pide un año de prisión y también le requiere que asuma -en concepto de responsabilidad civil- el coste de la limpieza (323,41 euros) y las devoluciones de entradas que asumieron ese día (510 euros). Por otra parte, la acusación ejercida por la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos solicita dos años de cárcel por delitos contra la libertad de conciencia, de acto de profanación y daños en tumba.

La estrategia del artista gallego

«En este país todavía hay mucha gente franquista que no iba a permitir que me fuera de rositas», ha señalado el artista gallego. «Estaba claro que me iban a intentar meter en la cárcel», añadía. Para evitarlo explica que desarrolló una estrategia cuando realizó la pintada, de modo que al ser interceptado por los guardias de seguridad alegó que no tenía «nada contra Franco» para evitar que le imputasen «un delito de odio».

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