El Cafetín Croché cumple 40 años de encanto ‘art nouveau’ en San Lorenzo de El Escorial

Un 20 de julio, hace 52 años, Neil Armstrong y Edwin E. Aldrin fueron los primeros hombres en pisar la superficie de la Luna. Otro 20 de julio, en 1304, nacería Francesco Petrarca, uno de los grandes nombres del Renacimiento italiano. Es también la fecha de nacimiento de Alejandro Magno, del papa Inocencio IX, del naturalista Gregor Mendel, del psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera, del escritor Cormac McCarthy, de la cantante Olga Ramos, del alpinista Edmund Hillary, del guitarrista Carlos Santana o de la actriz Natalie Wood.

Y, más cerca, es también el día en que, en 1981, se inauguró el Cafetín Croché de San Lorenzo de El Escorial, que hoy celebra su 40 cumpleaños. Situado en las antiguas Casas de los Doctores -en un callejón junto a la plaza de Jacinto Benavente-, el Croché se ha convertido en parte de la historia de San Lorenzo, con sus tertulias, sus presentaciones literarias y recitales de poesía, su decidida apuesta por la cultura, la magia de su hora bruja (por aquí han pasado Tamariz, Anthony Blake, Antonio Romero, Julio Carabias, Donald, Agustín Leal, Pepe Carrol, el Mago Migue y tantos otros) y, en los últimos años, una cuidada programación musical que va del jazz a la canción de autor.

Escribía Jesús Saiz de los Terreros, con motivo del vigésimo aniversario del establecimiento regentado por Manolo Míguez, que el Croché “nació sin prepotencia, sin petulancia, de forma sencilla, sin querer darse importancia, como queriendo llegar a este mundo sin alharacas. Por eso no quiso ser Café, pues petulante sería intentar emular a aquellos viejos, destartalados y tertulianos cafés del siglo XVIII, XIX y principios del XX, y se quedó en Cafetín, utilizando un diminutivo para no molestar a la Historia; para que, como a los niños, se le vea crecer con salud y quizás cuando sea mayor podamos llamarle Café. ¿Se inspiró Manolo en los aquellos “Levante”,” Pombo”, “Comercial”, “Lorencini”, “Príncipe” o en “el Gijón”?”.

Cuatro décadas después, el Cafetín Croché goza de una estupenda salud, con el mismo encanto parisino de sus inicios y una decoración en clave ‘art nouveau’ en la que no faltan, entre otros objetos, láminas de época, billetes antiguos, bastones, cuchillas de afeitar donadas por Gabi Sabau, fotografías y postales (con una magnífica colección de San Lorenzo y El Escorial, editadas con motivo de las felicitaciones navideñas que puntualmente remite a sus clientes).

El tiempo detenido

No se trata sólo del tiempo detenido, sino que el tiempo se disfruta mejor en el Croché, ya sea con un café o uno de sus cocktails -amén de una carta para picar a cualquier hora-, mientras se busca la solución del tradicional ‘Juego del Cafetín’.

Nada mejor para celebrar estos 40 años que recordar parte del espléndido texto que Octavio Uña escribió con motivo del trigésimo aniversario: “Cumple el Cafetín Croché sus largos y profundos años. Si caminante o peregrino -condición que Unamuno pedía a todos los españoles respecto al Monasterio escurialense-, si del lugar o advenedizo, si al mediodía de la luz azul vertical o en la tarde, oricalco lentísimo de los cielos cercanos por el Monte San Benito o el Pico del Fraile, llegaras al Cafetín Croché. Si por primavera -que Ortega la señalara por aquí pletórica y exuberante, aunque instantánea- o por el dulce y melancólico otoño, que mil pintores dieron al ojo y a la rememoración, llegaras, rendido viandante, al escurialense Café, con olor a magnolia. Si en la vivencia del éxtasis por la geométrica proporción de los espacios -“está hecho”, decía Salinas del Monasterio-, cruzaras el umbral de este sueño y vieras su ornato, decoro y vestuario de principios del veinte, con cristales grabados al ácido […] Digo y repito a la rosa de los vientos que en el tranquilo y hondamente humano Croché puedes bordar la tarde”.

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