Cuando la piedra daba vida a Alpedrete

En la Puerta del Sol de Madrid, la tienda de Apple, empresa sinónimo de modernidad, futuro e innovación luce orgullosa una fachada de piedra, concretamente de granito extraído hace muchos años de las canteras de Alpedrete; lo mismo ocurre con la sede del Banco de España, apenas unas calles más abajo. Dos ejemplos de los muchos que hay en la capital -además del Valle de los Caídos, excepto la cruz, que procede de Villacastín- de la importante industria que durante décadas supuso la extracción de esta roca y que se convirtió en el principal modo de vida de este municipio y de otros vecinos. Hoy, apenas hay vestigios de este oficio, y los canteros ya jubilados que quedan rememoran nostálgicos sus días en unas canteras que han sido cerradas, algunas incluso tapadas de escombros. José Guillén, de 77 años, es uno de ellos.

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José Guillén, junto a la antigua cantera situada junto a la dehesa de Alpedrete / Fotografía: Rafa Herrero

50 años trabajando la piedra

“Hace un buen día para trabajar”, nos dice según llegamos a la entrada de la dehesa de Alpedrete cuando el termómetro del coche apenas marca 3 grados. Su experiencia, avalada por sus 50 años en el oficio de la cantería, le han curtido. “Esta cantera, la del tío Bonifacio Lavera, la abrió mi tatarabuelo en 1830, que la trabajó con sus cinco hijos; luego la explotó mi bisabuelo Mauricio Lavera con unos primos y uno de ellos se quedó con ella y se la vendió a Vicente Guillén, un tío mio, por 20.000 pesetas y una casita para meter la hierba, pero él no la llegó a trabajar y se la vendió a mi padre por un pajar y estuvimos trabajando aquí durante 40 años hasta que la cerré yo”, dice lamentando no haber podido transmitir el oficio a sus hijos y nietos. Después, Guillén recuerda que se fue a trabajar a Villacastín y luego estuvo en la cantera de El Cañal (al otro lado de la carretera M-601), de donde “antes se sacaba para hacer adoquines para las carretas, por la dureza que tenían, y luego yo saqué piedra rubia, muy bonita”, hasta que se jubiló con 66 años.

Más maña que fuerza

«Usábamos barras de hierro, cuñas, rodillos, picas… Entre tres preparábamos piedras de 10.000 kilos para echar al camión. Medían 3 metros de largo, 90 centímetros de alto y 1,40 de fondo. Más que fuerza, era maña, y sabiendo dónde teníamos que dar”, recuerda José Guillén.

Él era ‘sacador’, pero también estaban los labrantes, que trabajaban la piedra en los talleres. “Durante 30 años fue muy duro trabajar aquí, luego ya teníamos maquinaria”, nos dice mientras nos muestra el meñique de su mano derecha “machacado a los 8 años”. “Aquí, que yo recuerde, hubo tres muertos, uno se cayó para atrás, otro rodó por un terraplén y otro se dio en la cara con un mazo”. A esto hay que añadir las inclemencias del tiempo: el frío del invierno y el calor del verano, “pero si tienes amor al trabajo, no te enteras. Lo peor era la lluvia; teníamos que sacar el agua con dos motores porque manaba mucho agua del suelo”.

El terreno donde están ubicadas las canteras, en el entorno de la dehesa, es de propiedad municipal y el Ayuntamiento sacaba a subasta su explotación, “pero nunca salían y se respetaban porque estaban seis me- ses preparando la piedra para sacarla y no iba a quedársela otro, eso podía provocar una guerra”.

Junto a él, José Guillén recuerda nombres como los de Gregorio Lapido, Gabino Castellano, Hermenegildo Alcaide, Gerardo Cuena, Victorino Lavera, Leoncio Elvira, Luciano Casado… “Se empezaba a trabajar la piedra con unos 14 años, aunque había quien llegaba antes”.

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200 camiones de piedra al día

A mediados de los años 50, Alpedrete contaba con más de 60 canteras activas (la del tío Cándido Alfonso, la del tío Félix Fernández, la del tío Eduardo Guillén, la de Félix Casado…); de ellas se extraía grava, mampostería y toda clase de piedra. “Salían todos los días unos 200 camiones de piedra para Madrid; nosotros la sacábamos y allí la trabajaban. Como no eran muy buenos, no eran como los camiones de ahora, uno se quedó en la cuesta y se fue para atrás y se dio con la pared de piedra”. Esto suponía una industria que daba trabajo a cientos de personas en la Sierra. “Venían a trabajar aquí de Collado Mediano, de Moralzarzal, de Villalba… Quien no sacaba la piedra, la transportaba y quien no, vendía en la tienda para los canteros”.

El fin de la explotación de las canteras de Alpedrete no fue su agotamiento -“esta cantera todavía se podría trabajar, hay mucha piedra por abajo, mejor y más dura”- sino una cuestión estética. “Nos eliminaron del oficio porque la piedra tenía gabarros (las manchitas negras del granito) y empezaron a pulirla y quedaba feo y había canteras en Badajoz que no tenían esos gabarritos”.

Guiomar Romero: “Se han invertido más de 20.000 euros en proteger las canteras y las especies que viven aquí, y queremos seguir haciéndolo”

La edil de Medio Ambiente y Energía de Alpedrete, Guiomar Romero, asegura que el equipo de Gobierno “continuará” con su apuesta clara por “proteger las canteras y las especies que viven aquí”. Prueba de ello son los más de 20.000 euros que se han invertido en los últimos dos años en diferentes actuaciones, que van desde la limpieza de grafittis (la última supuso un coste de 800 euros) hasta la retirada de residuos. Hace unas semanas se limpió una de las canteras y se sacó un carro, una moto, ruedas de tractor, bidones… Una operación que costó 2.000 euros, a los que hay que sumar otros 7.000 por la retirada de restos de fibrocemento, un material peligroso y muy contaminante que hace años se empleaba en el tejado de las construcciones (similar a la uralita). “Necesitamos un permiso del Ministerio de Industria y tiene que venir una empre- sa especializada con trajes protectores que luego se desechan”.

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Además, Guiomar Romero explica que también se han retirado las vallas metálicas -unas estaban rotas y otras no eran cinegéticas (no permitían el paso de animales pequeños) y en algunos puntos se ha sustituido por un vallado de madera. “Hemos solicitado por segunda vez que se incluyan las canteras en el catálogo regional de embalses y humelades de la Comunidad de Madrid; ahora es buen momento porque se está revisando y estamos a la espera del informe de los técnicos regionales”. Esta petición también ha sido cursada por la Asociación Herpetológica de España (anfibios y reptiles) y desde el CSIC.

Limpieza de la zona

Por otro lado, la cantera de las truchas se ha dejado de explotar para la pesca por la inclusión de la trucha arcoíris y la carpa común en el catálogo de especies exóticas invasoras (se pueden sacar, pero no transportar ni devolver al agua). El Ayuntamiento, en colaboración con la Comunidad, está buscando la manera de restaurar este espacio. Por el momento se ha limpiado la zona y se han derruido las casetas existentes, que estaban siendo utilizadas como refugio de vándalos.

María Mateos

 

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