Patricia Castro, una joven soprano sanlorentina en el estreno absoluto de la ópera «Yo, Claudio»

Con apenas 23 años, la joven soprano Patricia Castro, vecina de San Lorenzo de El Escorial -localidad a la que llegó con ocho años para estudiar violín en el Centro Integrado de Música Padre Antonio Soler-, forma parte del elenco de “Yo, Claudio y Claudio el Dios”, la nueva ópera del compositor leonés Igor Escudero Morais, con libreto de Pablo Gómez y dirección de escena a cargo de Marta Eguilior, adaptando las conocidas novelas de Robert Graves sobre la dinastía Julio Claudia. Una producción que se estrena el 1 de junio en Valladolid y que luego pasará por Bilbao, Zaragoza, Madrid o el teatro romano de Mérida. 

Patricia Castro, la pasada semana en San Lorenzo / Fotografías: Rafa Herrero

¿Cómo es tu papel en “Yo, Claudio & Claudio el Dios”?

De entrada son muchísimos papeles. Es una ópera dividida en tres partes (Livia, Calígula y Claudio), cada una con cuatro o cinco actos. Todos los cantantes hemos tenido que asumir varios papeles, porque en total son más de 50, que hemos repartido entre 11 chicos y cinco chicas. En la primera parte hago el papel de Calígula joven, entre los 8 y los 14 años de edad. Y a partir de la segunda parte hago el papel de la viuda de Libo, que es una mujer que ha perdido a su marido a manos de Tiberio y le guarda mucho resentimiento. Haciendo una analogía con la actualidad, sería una potencial votante de Trump. Es aquello de hacer Roma grande otra vez. Apoya fervientemente la candidatura, por así decirlo, de Calígula. Pero tampoco es la mejor opción, porque Calígula es un megalómano asesino compulsivo. 

Con 23 años, eres la cantante más joven del reparto. ¿Supone esto una presión extra?

Realmente estoy acostumbrada a ser la más joven de los diferentes sitios a los que voy, aunque llegará un momento en que se me acabe el chollo. Entré en la Escuela Superior de Canto de Madrid con 17 años, a una edad muy temprana, y me gradué con 21. En el coro de la JORCAM, que se fundó en 2009, también era la más joven, y ahora en esta producción me ha pasado lo mismo. Pero más que presión, lo que sientes también es que hay muchas expectativas, en plan ‘a ver cómo ha llegado esta niña hasta aquí’. Pero no hablaría de presión.

Ésta es una producción ambiciosa, ¿qué se va a encontrar en ella el espectador?

Lo primero que destacaría es cómo está escrita, utilizando los antiguos modos griegos, que son diferentes escalas que aportan una sonoridad que hace rememorar la Antigüedad Clásica. La música aporta mucho exotismo y recrea muy bien las atmósferas de esa época. Y a nivel escénico, es como un Disney oscuro. Tiene partes muy sensuales, otras sangrientas, y otras un poco de traición, de conjura.

En cuánto a tu voz, ¿qué características descatarías?

Digamos que tengo una voz ligera, pero no en términos de pop. La voz ligera tiene mucha facilidad para el agudo, y en mi caso además soy una soprano de coloratura, que significa que puedes cantar, hablando en plata, muchas notas muy rápido, como una ristra de semicorcheas. De ahí que se me dé bien la música barroca.

¿Cuál ha sido tu trayectoria hasta llegar a este estreno?

He empezado estando en el coro de muchas producciones y con 19 años hice la prueba para el coro de refuerzo del Teatro Real. Con ellos hice “Moisés y Aarón”, de Schönberg, el “Otello”, de Verdi, y la  Segunda Sinfonía de Mahler. Despues empecé a hacer algunas producciones como solista: por ejemplo, he cantado el “Requiem” de Fauré y el “Requiem” de Mozart en el Auditorio Nacional… Y también he estado trabajando en la plataforma Singerhood, una aplicación que permite aprender a cantar en coro escuchando a intérpretes reales.

Aquí estudiaste violín, ¿en qué momento orientas tu carrera al canto?

Fue por Irina Shirokij, que era la profesora de coro y lenguaje musical. Me hizo saber que a lo mejor me podía dedicar a esto, porque había materia prima. Empecé a cantar y en un concierto del coro me escuchó la madre de un amigo del Conservatorio, Lola Bosom, y empezó a darme clases. Ella fue la que me ayudo a entrar en la Escuela Superior de Canto. El violín todavía lo cojo de vez en cuando, pero estoy más enfocada al canto.

¿Con qué cantantes te sientes más identificada?

Sin duda. A nivel histórico a lo mejor diría Kiri Te Kanawa, Joan Sutherland , Edita Gruberova, con quien incluso me han dicho que guardo parecido físico, y Anna Moffo, que es muy mozartiana y su voz me recordaba mucho a la mía cuando empezaba a cantar. Y del panorama actual español, diría Sonia de Munck.

Y si hablamos de personajes o roles favoritos, ¿cuáles señalarías?

A nivel vocal, me siento muy cómoda cantando la Giannetta del «Elixir de amore». Es muy pizpireta, pero a la vez maquinadora, pero también con afán de ayudar y de que todo llegue a buen puerto. Y también diría la Adele, de «El Murciélago» (J. Strauss); la muñeca Olympia, de «Los cuentos de Hoffmann» (J. Offenbach); Cunegonde, de «Candide» (L. Bernstein); Dinorah», de la ópera del mismo nombre de Meyerbeer; y Giulia, de «La scala di seta» (G. Rossini).

Después de “Yo, Claudio”, ¿cuáles son tus proyectos a corto y medio plazo?

Más adelante tengo una serie de estrenos de música contemporánea, que es en lo que más me quiero centrar. Como no lo quiere hacer mucha gente y para mí es un estímulo maravilloso, me gustaría especializarme en eso. Creo que también tiene que ver con el hecho de que muchas veces los cantantes no tienen la formación musical de los instrumentistas, porque el canto generalmente se empieza a estudiar más tarde. Y por mi formación como violinista, me siento muy a gusto leyendo música, descifrándola e interpretando cosas muy complejas. Es que todas las sopranos quieren ser Traviata, y ya hay muchas; entonces hay que buscar tu hueco en el que más puedas aportar y destacar. 

Enrique Peñas

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