Carlos Soria: “Tengo muchas ganas de solucionar esta relación tan larga con el Dhaulagiri”

El alpinista de Moralzarzal cumple 80 años el 5 de febrero apurando la rehabilitación de su rodilla operada, con el objetivo de afrontar en abril su décimo intento de cumbre en la séptima montaña más alta del planeta

Carlos Soria lleva ya muchos días con una amiga inseparable: se llama Kinetec Spectra, y es una máquina de movilización pasiva (CPM) que le flexiona la rodilla operada de forma automática, con arreglo a los ángulos y velocidades pautados por los especialistas. Cuando atiende a Aquí en la Sierra en su casa de Moralzarzal, está recostado en la cama del cuarto pequeño, regulándola con un mando a distancia y dejándola hacer. No hay tiempo que perder si quiere estar en abril en el Himalaya. Atrás queda ya lo peor del duro  postoperatorio de la intervención practicada por el doctor Leyes en la Clínica CEMTRO para ponerle la prótesis. El gran alpinista la tiene grabada en vídeo y hasta bromea al mostrarla: “Se oyen los martillazos que pegaron, se oye cuando serraron…”. Un simple vistazo a las imágenes es no apto para los más impresionables: la rodilla aparece abierta, se ven los extremos del fémur y la tibia, no hay articulación que los una, y se ve tejido muscular al aire. Carlos no lo debió de pasar bien, pero se muestra como siempre: natural y con buen humor. Se siente fuerte. Y además está contento, porque viene de llenar hasta los topes el Tantín de Santander, el coqueto teatro de la Fundación Caja Cantabria en el que cautivó a la concurrencia con la conferencia sobre su vida. Su tirón popular crece y crece, a punto de cumplir los 80 años, aun con esa piedra en el zapato que es el Dhaulagiri. Él cree que podrá volver allí esta primavera, por décima vez.  

Carlos Soria, en su casa de Moralzarzal hace unos días / Fotografías: Rafa Herrero

¿Qué tal te fue en Santander, con la conferencia que diste sobre tu vida y de la mano del Club Tajahierro?       

Muy bien. Se vino Cristina y le regalaron este enorme ramo de flores. Fue una pasada, en un teatro enorme, lleno hasta arriba con 450 personas. Fue también duro, porque mi rodilla, en estas cosas de estar mucho de pie, va regular. Pero bueno, se pasó porque fue muy bien todo.

La conferencia “Mi vida en la Montaña”, ¿es un recopilatorio de los 80 años que estás a punto de cumplir?

Sí. La primera foto es con 14 años y la última de este último año, en el Dhaulagiri.

De aquellos inicios habrá algo de la Pared de Santillana, que fue de las primeras escaladas…

Ésa fue más o menos mi primera escalada con cuerda, o una de las primeras. Pero antes anduve por otras de la Sierra. La Pared de Santillana la he hecho en muchas ocasiones sin cuerda, ya de mayor.

Han pasado unos 65 años de aquello. ¿Da vértigo?

No. Estoy encantado de lo que he vivido, lo disfruto verdaderamente. He tenido una vida fantástica y estoy orgulloso de ella. Lo que me da vértigo es lo de los 80 años, que suena un poco… Yo creo que cuando he renovado el carnet de identidad me han hecho un cambio sin darme cuenta y me han añadido diez años (bromea).

El 5 de febrero es tu 80 cumpleaños, y llegas a él con la preocupación de la rodilla. ¿Cómo van los plazos de la recuperación? ¿Se van cumpliendo?

Los plazos del todo no se han cumplido. A la vuelta de mi última expedición, en otoño en el Dhaulagiri, tuve una torcedura en la pierna, con los crampones, en una media ladera que no era de nieve, sino de barro duro, y me hice mucho daño. A partir de ahí, cuando volví a casa, estuve con el doctor Manuel Leyes, vimos lo que había y me dijo que no había más remedio que poner una prótesis, que tal y como estaba la rodilla no había otra solución. Hizo una operación maravilllosa, pero he tenido un poco de mala suerte porque tuve una infección en la piel. ¡Menos mal que sólo fue en la piel! He tenido que estar tomando antibióticos muy fuertes muchos días, pero ya se me ha pasado. Ahora estoy recuperando bien, pero he perdido casi un mes en la recuperación. Yo creo que ahora está avanzando bastante y que hay posibilidades de marcharme al Himalaya en abril.

Hablamos de una rodilla que te venía dando guerra desde hace tiempo, en la que tuviste un grave problema en 1970… 

Bueno, en el año 70 me la rompí. Pero te advierto de que me la rompí y, en el año 71, subí al McKinley con esquís, en lo que fue la primera ascensión española. Pero luego esta pierna nunca me quedó igual, porque fue una rotura muy mala, y ya de mayor la rodilla me fue fallando. Llevaba varios años con factores de crecimiento, ácido hialurónico… De todo. Me he gastado mucho dinero en la rodilla, pero lo he hecho muy a gusto.

Apurasteis todas las posibilidades…

Sin duda. Sólo quedaba esa posibilidad. Hicimos un escáner, lo vio Manuel Leyes, y dijo que sólo quedaba poner una prótesis total.

La recuperación te ha debido de trastocar todo. ¿Cómo es ahora tu día a día, con el entrenamiento y la rehabilitación?

Antes era dedicado al entrenamiento, y ahora es dedicado un poco al entrenamiento también, pero sobre todo mirando a la recuperación de la rodilla. De fisio viene Álex, mi amigo de aquí de Moralzarzal, que viene un par de días a la semana; y viene también Juan del Campo –su preparador físico y entrenador en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid-, por los menos un día a la semana, a moverse conmigo. Hacemos ejercicio de todo, también hasta me ayuda un poco con la rodilla, y hacemos condición física. Y yo, pues no paro. Tengo una máquina maravillosa que me ha dejado la gente de Prim Rehabilitación, y no paro con ella. En la bicicleta he cambiado las bielas y ahora voy empezar a poder dar pedales; voy al gimnasio de Moralzarzal a hacer elíptica, hago baños con agua caliente y sal y demás para la inflamación, aunque ahora ya se me está inflamando mucho menos. Dedico todo el tiempo a la rodilla.

¿Te sigues levantando a las seis y poco de la mañana? 

Un poco más tarde: a las siete. Ahora no madrugo tanto.

El plan es volver al Daulaghiri en primavera, hacia marzo o abril…

A primeros de abril…

¿Qué posibilidades reales hay? 

Según voy avanzando, puede haber posibilidades. Tengo que ver estos días al traumatólogo, a Manuel Leyes, para ver qué opina, pero ahora estoy avanzando. He perdido tiempo por la infección, pero pienso que hay oportunidades.

Aparte de recuperar la rodilla, ¿tendría que haber cierto margen para entrenamientos, tipo como los que sueles hacer en el CAR de Sierra Nevada? 

Sí, pero eso no es problema. El problema es que la rodilla coja la movilidad que necesita. Lo otro lo hago rápido. El cuerpo tiene memoria, y yo tengo músculos normalmente. De cintura para arriba no he perdido casi nada, estoy recuperando músculos: los brazos, los abdominales… Incluso ya puedo hacer glúteos, aun teniendo así la rodilla. Irá rápido. En cuanto pueda, irá rápido. Y está ya yendo rápido.

La otra preocupación es el tema de los patrocinadores. Lógicamente, la operación de rodilla habrá dejado aparcadas muchas cosas…

Sí, hay cosas aparcadas, pero hay posibilidades de patrocinadores.

En ese sentido, ¿envías un mensaje de optimismo a tus seguidores? 

Bueno, me lo envío a mí mismo (ríe). Y a ellos, por supuesto. Estoy deseando que pueda darse la circunstancia de que me vaya en abril al Himalaya. Si me voy es porque estoy en perfectas condiciones. Si no, lo dejaría para agosto.

Digo lo de optimismo porque la última expedición te la autofinanciaste con unos 40.000 euros. Y la hucha tampoco está para muchos hachazos de ese tipo… 

Fueron 42.000. Y no, no está para eso. Fue una locura. Una locura estupenda. Pero había que hacerla.

¿No te dijo nada Cristina, no? 

No, Cristina no me dice nada, sólo me anima para que haga las cosas, ésa es la realidad. Tenemos una relación muy especial. Hay muy pocas esposas que hagan esas cosas.

Si vas, ¿será una expedición artesanal, por el estilo de la última? 

No, no. Será una expedición en condiciones. Vendrán, sobre todo, mis dos compañeros: Sito Carcavilla y el cámara, Luis Miguel López Soriano. Y a lo mejor llevamos un médico, que se quedaría en el Campo Base.

¿Sería el doctor Carlos Martínez?

No lo sé.

Hablemos del Dhaulagiri. Sería ya el décimo intento, es la montaña que más se te ha resistido por encima de los 8.000 metros. ¿Por qué? ¿Qué la distingue de las otras?

Pues no la distingue nada muy especial. Han sido unas casualidades verdaderamente tremendas. Ha habido montañas muy complicadas, como el Makalu, que es la montaña que he hecho de la que me siento más satisfecho. La hice con 69 años y es la más alta que he hecho sin oxígeno. Además subí la primera vez que fui allí. Al K-2 he ido tres veces, al Everest también tuve que ir tres veces… Pero hay otras que las he subido a la primera: en el Shisha Pangma, subí la primera vez que fui a la cumbre Central; al Cho Oyu fui dos veces; el Gasherbrum II lo subí a la primera… Esto del Dhaulagiri es muy especial. Han sido casualidades. La segunda vez que fuimos desapareció mi compañero Pepe Garcés… Es una montaña especial, es muy largo desde el último campamento, pero no es por eso: siempre ha sido por accidentes que ha habido en la montaña, o por malas condiciones. Y hemos estado a 8.050 metros, muy cerca de la cumbre.

Eso fue en septiembre de 2017. El problema fue que no encontráis un corredor que conducía a la cima a causa de la niebla… 

Había niebla y nos habíamos metido por un corredor que no era, no teníamos la seguridad de cuál era y nos bajamos. Se iba haciendo tarde y nos dimos la vuelta.

Soria, con Luis Miguel López Soriano en la ladera del Dhaulagiri. Arriba se ve el campo 3 (7.200 metros)

Si se repitieran ahora esas circunstancias, ¿daríais con el corredor correcto con la seguridad necesaria?

Sí, porque ahora lo tenemos metido en un GPS. Seguro que sí, aunque no es sólo la niebla, sino que dependería de lo que nos dijera el tiempo en ese momento.

Alcanzar la cota 8.050 en el Dhaulagiri, con esa jornada de cumbre tan larga, supongo que sería un motivo de satisfacción, pese a no hacer cima…

Fue tanto como haber hecho cumbre. Esa es la realidad, lo que hay. Pero la cumbre es la cumbre y hay que llegar a ella, que aquí se miente mucho. Me pasó en el Kanchenjunga, que también es un montañón impresionante, muy complicado. La primera vez no subí, porque cerca de la cumbre me di la vuelta, a unos 200 metros de la cima. Siguieron diez personas y cinco murieron al bajar. La segunda vez ya subimos todos. Pero en el Dhaulagiri son casualidades. Es una de las montañas que no hace frontera con el Tíbet, está en el interior, entre valles húmedos, y nieva mucho. Pero vamos, también pasa en otras montañas, como en el Manaslu, que también me costó unas cuantas veces.

La última vez que fuiste hablaste de que el Dhaulagiri estaba en las peores condiciones que has visto…

Sí. Este otoño, sí. Fue terrible. Hubo una avalancha que se llevó a siete sherpas y uno de ellos desapareció. Fue verdaderamente terrible. Había muchísima nieve. No había ninguna posibilidad. Esto fue más abajo de la travesía, entre el campo 2 y el campo 3.

Cuando eso sucede, aparte de las condiciones de la montaña, tiene que ser durísimo en lo anímico ver esos accidentes, ver a los sherpas sufrir así…

Yo les dije que si se querían ir y dijeron que no, que vamos a ver cómo se comporta la montaña; pero no había ninguna posibilidad. Yo veía que aquello estaba perdido.

¿Y cómo encajas esos accidentes en la montaña? ¿Es algo que te va minando, que te afecta mucho, o la experiencia te da una entereza especial para afrontarlo? 

Yo sé que esas cosas pasan, y que pueden pasar. A mí no me han pasado muchas cosas. Lo más cercano que me ha pasado fue lo de Pepe Garcés, que éramos una misma expedición. Él decide intentar la cumbre desde el campo 3 y a mí me pareció que no era el momento, que era demasiado tarde. Y se lo dije. Habíamos quedado en esperar un día más porque no hacía buen tiempo. Yo no quise salir del campo 3, y ocurrió lo que ocurrió. Pepe no llegó a la cumbre y, al darse la vuelta en la travesía, por una mala suerte, cayó. Tampoco ocurren tantos accidentes, pero muchos ocurren por falta de responsabilidad de la gente, por creer que todo se puede y por no darse cuenta de que además de subir, hay que bajar. Pero puede haber accidentes y me pueden ocurrir a mí. He pasado mucho miedo en el Annapurna, donde en dos días me cogieron tres avalanchas: una el día en que subimos al campo 3, en la que nos llegó un poquito el polvo, nada más; en el campo se movió una placa de nieve y nos espachurró la tienda, la tuvimos que cambiar de sitio de noche y nevando; y luego, bajándonos del campo 3, en el plateau, vino una avalancha de lejos y Tente Lagunilla y yo estuvimos tumbados en el suelo y nos pasó por encima. Menos mal que no traía más que nieve polvo con mucho viento. Recuerdo que hacía calor, no tenía los guantes puestos, tenía los dedos clavados, y parecía que me pasaban lija. Fue duro. Sé que todo esto existe en la montaña, pero uno de mis récords maravillosos es el de no haber tenido nunca una congelación, a pesar de las veces que he estado en montañas de 8.000 metros. Y tampoco me han tenido que sacar de la montaña, he bajado por mi propio pie. Me he dado la vuelta muchas veces, pero estoy muy contento de haberme dado la vuelta.

Eso me lleva a preguntarte otra vez por la rodilla. Si no está en perfectas condiciones, los tiempos, sobre todo los de bajada, se alargan. Me refiero a la jornada de cumbre del Dhaulagiri, que pueden ser cerca de 24 horas, teniendo en cuenta que el último campo lo ponéis a 7.200 metros… 

Si no está la rodilla en condiciones no voy. Pero sí, es muy largo y depende de cómo esté la nieve. Seguro, seguro, no se sabe. En el Annapurna estuvimos muchas horas, debimos de estar más de veinte; en el Kanchenjunga, también. Y aquí, no sé, pero puede ser eso porque es muy largo. De las veces que he estado en el Dhaulagiri, una vez he puesto el campo casi a 7.600. Pero las demás veces no lo hemos conseguido, porque el campo 3 es bastante tieso, es complicado, se suele poner en un sitio bastante malo. Los campos 1 y 2 están en buen sitio, no tienen problema, pero el campo 3 es quizá de los más incómodos que he visto. Aunque los últimos campos casi siempre son incómodos.

Te pregunto por el otro ochomil que te queda: el Shisha Pangma. Cuando subiste en 2005 a la cumbre central, ¿pudisteis hacer la cumbre principal en la misma expedición?

Lo podía haber hecho, pero en aquel momento no pensaba para nada en ir a la cumbre principal. Ese año yo había tenido un accidente en febrero escalando en el Peñón de Ifach y tuve una época muy mala. Me iba a haber ido al Dhaulagiri en primavera y no pude ir; fue mi material, porque creía que podía recuperarme. Tuve un pinzamiento y estuve tres meses que casi no podía andar, y no sabía si me iban a operar. A base de fisioterapeutas salí para adelante, y en otoño me fui al Shisha Pangma y subí a la cumbre central. Pero no era el año de hacer aquello, iba solo totalmente.

¿Y es después cuando te enteras de que, para que te homologuen el Shisha Pangma, no vale con el pico central y de que hay que hacer el principal?

No, no. Eso lo sabía. Pero, para mí, yo tengo 13 montañas de 8.000 metros, no 12. No fue una cumbre principal, pero tiene más de 8.000 metros. Es una montaña que me gustó subirla, como es lógico.

Por esa regla de tres también te podrían pedir la cima Oeste, que también supera los 8.000…

Bueno, pero el pico más alto parece que es ése. Parece… Porque hubo un terremoto, un movimiento tremendo, y desde entonces no ha subido nadie. Se ha intentado este año, ha habido un accidente también, y no se ha subido. Si nosotros pudiésemos salir este año en primavera al Dhaulagiri, y tenemos la suerte de subir, iríamos en otoño al Shisha Pangma. Me gusta ir allí en otoño. También puedes ir en primavera, pero al Shisha Pangma se puede ir más fácilmente en otoño que al Dhaulagiri. Aunque eso luego es muy relativo, porque esto del tiempo y las nevadas nunca es igual.

Curiosamente, la vez que más alto has llegado en el Dhaulagiri ha sido en otoño…

Sí. Así es.

Has comentado que para ti es más importante subir al Dhaulagiri que completar los 14 ochomiles. ¿Es así?

Sí. Yo ahora lo que quiero es subir al Dhaulagiri. Tengo muchas ganas de subir. Esta relación que tenemos el Dhaulagiri y yo, tan larga, tengo ganas de solucionarla, tengo ganas de estar en su cumbre. Vamos a ver si lo consigo.

Carlos Soria, en el Ama Dablam

Si lo logras, ¿harías algo especial arriba?

No, no… Bajarme lo antes posible. Lo especial, abajo, en el campo base.

¿Y qué hay de ese reto de subir a la Pared de Santillana con 80 años y sin cuerda?

Si la rodilla funciona, también lo haré. La próxima primavera.

¿Y cuando no puedas subir a montañas de 8.000 metros? ¿Sigues con ese plan de vida de no dejar la montaña e ir bajando la cota en función de lo que se pueda hacer?

No pasará nada. Seguiré haciendo lo que me gusta, que es entrenar y subir montañas, las que sean. Aunque sean cerritos. Hasta el momento en que se me quiten las ganas, que será cuando el cuerpo me diga que no me está acompañando con alegría. Entonces pasearé por la Dehesa de Moralzarzal e intentaré subir al Telégrafo, a ése que voy tantas veces a entrenar. Porque al Telégrafo he ido más que al Dhaulagiri, sin ninguna duda.

Allí ya te deben saludar los conejos, y sabes cuándo salen las bellotas, ¿no?

Casi, casi (ríe). Me saludan los conejos, y hasta unos corzos. Los he visto hasta tres veces desde que vivo aquí.

¿Te anima mucho la gente de Moralzarzal?

Muchísimo, eso es un lujo. Todo el mundo está preocupado por mi pierna, de Moralzarzal y de medio mundo. En eso soy un afortunado, pero en Moralzarzal es una maravilla. Tengo mucha gente que me quiere.

¿Has utilizado la sala del polideportivo que lleva tu nombre?

No, yo no. He estado en ella, pero no la he utilizado. La verdad es que en Moralzarzal el Deporte tiene un auge impresionante. Hay chicas formidables, con unos resultados maravillosos, y en la Ciudad Deportiva que tenemos hay un ambiente impresionante. Me han dicho que es necesario ampliarla. Y otra cosa que hay que ampliar es la biblioteca, que hace falta que sea el doble. Eso dice mucho de nuestro pueblo. Estoy encantado de vivir aquí. Qué pena no haberme venido a vivir aquí a los 40 años, me vine un poco tarde. Pero ya llevo aquí 14 años.

14, que es el número de los Ochomiles…

Sí, sí… (ríe) A ver si me da suerte.

¿Eres optimista, lo conseguirás?

Sí, de momento sí. Sólo tengo el problema de la rodilla, en lo demás no tengo ningún problema. Ahora mismo yo estoy en unas condiciones sobradas para seguir yendo a los ochomiles por las rutas normales. Con arreglo a la gente que va, puedo enseñarte fotos y ves cómo voy y en qué posición en relación a los demás.

Jaime Fresno

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