Este jueves se inaugura en Valdemorillo una exposición con medio centenar de obras de Manuel Viola

La Casa de Cultura Giralt Laporta de Valdemorillo acoge desde este jueves, 1 de diciembre, y hasta el 4 de febrero, una magnífica exposición que reúne más de 50 obras de Manuel Viola, uno de los pintores más importantes de la vanguardia en España. El acontecimiento en realidad es doble, ya que supone la oportunidad de contemplar en público por primera vez la importante colección privada de Pepe Partida. Gran amigo personal del artista y uno de sus mayores coleccionistas, quien fuera alcalde de Valdemorillo durante más de dos décadas -de hecho, él impulso el proyecto de la misma Casa de Cultura- brinda ahora una ocasión única de poder contemplar la obra del pintor zaragozano, afincado en San Lorenzo de El Escorial desde principios de los 60 y que falleció en esta misma localidad en 1987.

 

La Casa de Cultura Giralt Laporta de Valdemorillo acoge desde este jueves, 1 de diciembre, y hasta el 4 de febrero, una magnífica exposición que reúne más de 50 obras de Manuel Viola, uno de los pintores más importantes de la vanguardia en España. El acontecimiento en realidad es doble, ya que supone la oportunidad de contemplar en público por primera vez la importante colección privada de Pepe Partida. Gran amigo personal del artista y uno de sus mayores coleccionistas, quien fuera alcalde de Valdemorillo durante más de dos décadas -de hecho, él impulso el proyecto de la misma Casa de Cultura- brinda ahora una ocasión única de poder contemplar la obra del pintor zaragozano, afincado en San Lorenzo de El Escorial desde principios de los 60 y que falleció en esta misma localidad en 1987.

Tertulias y tardes de toros
En el vecino municipio serrano desarrolló su pintura de carácter expresionista, dominada por la preocupación por el color, plasmada en enérgicas formas visuales generadas a partir de una masa central, y creando también en el Real Sitio su círculo de amistades, con los que gustaba compartir tertulias y tardes de toros.
Precisamente esta afición por la tauromaquia le hizo asiduo a las corridas lidiadas en Valdemorillo, hecho que propició el encuentro y su amistad con Pepe Partida, un vínculo de cercanía que conservaron consolidado por el mutuo amor al arte mostrado por ambos.
Esta histórica muestra en la Giralt Laporta permite acercar la genialidad de Manuel Viola, desvelada en su estilo personal, evolucionado desde una primera etapa de blancos y negros hacia una gama amplia de colores cálidos en contraste con pinceladas de tonos verdes y azulados.
Su obra se encuentra, entre otros, en el Museo Reina Sofía de Madrid, el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, el Museo de Arte Contemporáneo de Elche, el Guggenheim de Nueva York, el Museo de Arte Moderno de Lieja o el Museo Nacional de Buenos Aires.

El pintor de la luz y el vacío que encontró su refugio en San Lorenzo de El Escorial

Manuel Viola llegó a San Lorenzo de El Escorial en 1961. Y aquí se quedó hasta su muerte, el 8 de marzo de 1987, cuando ya era reconocido como una de las grandes figuras del expresionismo abstracto español. El pasado 18 de mayo se cumplieron 100 años de su nacimiento, aniversario que se ha conmemorado con una gran exposición en Zaragoza y ahora también con esta muestra en Valdemorillo. Por el contrario, en San Lorenzo -al margen de una conferencia hace unas semanas en la Librería Cocheras Coliseo- su recuerdo se ha ido diluyendo, quedando casi como único rastro una calle en la zona de Pozas Norte y la denominación del Certamen de Pintura Rápida. También, claro, su tumba -con su característica firma- en el cementerio municipal, lugar donde en 1988, un año después del fallecimiento del que fuera miembro destacado del grupo El Paso, se rindió homenaje al artista. Al acto acudieron, entre otros, su viuda, María Asunción Arroyo, el escritor Manuel Andújar, Antonio Saura, Francisco Umbral y el entonces alcalde, José Luis García Millán.

“Es el gran maestro madrileño de la abstracción lírica, pintor que vivió los últimos veinte años de su vida en El Escorial, creando, amando, viviendo y engendrando un hijo”, señaló Umbral. “En sus cuadros hay pasión, hay luz, hay misterio, hay arrebato, hay un sentimiento. Hay algo que se quiere decir. Una palabra no dicha”, añadía.
En San Lorenzo, recordaba un artículo publicado en ‘El País’ el 19 de agosto de 1988, Viola encontró “el refugio y la tumba”. Fundó una familia y estableció amistad con pintores como Mariano Blázquez, Carmelo Juanis o Eugenio Cristóbal. “Miliciano en la Guerra Civil, exiliado en París, donde conoció a los surrealistas, Manuel Viola pasó muchas tardes en el bar Pimentel y en el café Miranda, hablando de toros, literatura y del cante de Caracol, recuerda su amigo, chófer, cocinero y ayudante durante 18 años Luis Fernando Arenaza”, escribía entonces Adela G. Revelo.

Junto al oscense Antonio Saura y al turolense Pablo Serrano, fue miembro del grupo El Paso, el colectivo plástico más importante de la segunda mitad del siglo XX. Después de una etapa cercana al surrealismo, conectó la gestualidad de la abstracción lírica francesa con la tradición de la pintura española –El Greco y Zurbarán, pero sobre todo Goya-, llegando a ser uno de los nombres más destacados del informalismo español, con obras como “España, aparta de mí este cáliz”, “Isla de los muertos”, “Profecía”, “Homenaje a Bécquer”, “Ventana a la muerte” o “La saeta” –inspirada por una fotografía de la Semana Santa de Cuenca-. Luz, espacio y vacío son los elementos fundamentales en la pintura de Manuel Viola, del que el ensayista y crítico de arte José Corredor-Matheos dijo que “es uno de los artistas que representa de manera ejemplar la que es, acaso, la línea más caudalosa de la pintura del siglo XX. Lo importante en ella es la acción misma de pintar, sea por la rapidez del trazo o porque, más que por el resultado de la obra interese su realización. Pensemos en Picasso, los miembros del grupo COBRA, la ‘action painting’, Saura, así como en Soulages y Hartung, con quienes se había relacionado Viola en París. Los cuadros de Viola de su mejor época son, sin embargo, fruto de una cierta contemplación”.

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