El año Bergman (artículo de Félix Alonso)

Ingmar Bergman nació en Uppsala (Suecia) en 1918. Se cumple por tanto este año el Centenario de su nacimiento, motivo por el que la Fundación Bergman nos anima a que recordemos al genial director. El Colectivo Rousseau quiere conmemorar éste acontecimiento proyectando una película cada mes en la Sala Juan Negrín y otra en la Casa de Cultura de San Lorenzo de El Escorial.

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De Bergman hoy me sorprenden dos cosas. La primera, que su nombre sea un desconocido para la juventud, y que ante el visionado de una película compleja como «Persona» hoy nos resulte enriquecedor y fascinante analizar su argumento, con el bagaje y las experiencias visuales acumuladas a lo largo de los años. La conmemoración del Año Bergman nos debería servir para difundir el cine de uno de los directores clave de la segunda mitad del siglo XX y volver nuevamente a él, ya que muchas de sus propuestas las vimos en un contexto y en unas condiciones muy distintas de las que hoy se nos ofrecen. ¿Quién no recuerda que «El manantial de la doncella» tenía la calificación de 3-R? Sí, para mayores con reparos, una clasificación de la censura y la Iglesia, que se ponía a la entrada de los cines aunque ahora a algunos les pueda parecer imposible. Así vi yo por primera vez esa película; entendí lo justo, pero salí orgulloso de haberme “colado” siendo “mediano” en el salón de actos del Colegio Alfonso XII.

¿Qué era «El manantial de la doncella»? En la primera secuencia de la película se invoca al dios Odin, con plegarias y actos de brujería a la excitación sexual. Juventud, suave piel, cabellera rubia de la doncella rodeada del mal en estado puro, y al final una escena de violación de las más violentas del cine. Mal y violencia en el corazón del ser humano. Ramón Luque, en un excelente libro titulado “El artista y la máscara”, dice que la escena de la violación es “sencillamente terrorífica porque Bergman ya ha condimentado los elementos visuales e interpretativos que han servido de contraste y también de adelanto de la tragedia”. Estoy de acuerdo con Luque, pero yo no dejo de olvidarme de la escena de las dos niñas de «Paisaje en la niebla» de Angelopoulos.

De su cine siempre recordaremos la siguiente conversación:

             Anthonius : ¿Quién eres tú?

             La muerte: La muerte.

            Anthonius: ¿vienes por mí?

            La muerte: Hace tiempo que camino a tu lado.

            Anthtonius: Ya lo sé.

            La muerte: ¿estás preparado?

            Anthonius: El espíritu está pronto, pero la carne es débil.

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Sí, todos lo recordamos, es «El séptimo sello», con una caracterización impresionante del actor Beng Ekerot como la muerte. Si leemos el libro de Jaques Le Goff sobre la Edad Media nos vienen necesariamente las imágenes de esta extraordinaria película de Bergman.

En toda su obra se deja ver la influencia del teatro, y muy concretamente de Henrik Ibsen y sobre todo de August Strindberg, quienes le introdujeron en un mundo lleno de grandes temas psicológicos, cargados de una gran atmósfera dramática.

Tuvimos ocasión de ver el montaje Bergman de «La señorita Julia» por el Dramaten, en el ámbito de lo que era el festival de Teatro de Madrid (grandes tiempos aquellos con espectáculos  de Kantor y del Teatro Gorki), esperando su anunciada presencia. El día del estreno se produjo el asesinato de Olof Palme (28 de febrero de 1986) y me impresionó que no se suspendiera. Todos lamentábamos la pérdida del político socialdemócrata a las puertas del teatro, pero al mismo tiempo la embajada quería hacer un homenaje a Suecia con la obra de Strindberg.

«Gritos y susurros» es  una película de época, la historia de unas hermanas, donde el dolor y el color rojo nos penetran con intensidad. En un cartel anunciando cine de autor vi una escena con la que inevitablemente me tengo que identificar; se trataba de la reproducción de un pequeño teatro (¡cuántas cosas imaginé que pasaban allí dentro!) con un niño levantando el telón. El niño era Alexander observando todo lo que ocurría dentro, los movimientos de actores y la tramoya. «Fanny y Alexander» es también una de mis preferidas, me hubiera gustado jugar así con mi hermana que murió al nacer.

bergman02Vamos a programar también «Secretos de mantrimonio» (eso sí, en la versión TV), que junto con «Saraband» constituyen por si mismas una obra de arte. Estos secretos del año 73 tuve ocasión de verlos en una proyección que hice con mi hijo y sus amigos pasado el año 2000, sin superar ninguno de ellos los 30 años. Fue impactante la actualidad de aquellas escenas y sus diálogos, aún alguno me los recuerda cuando ya viven en pareja. La historia la comenzó a escribir Bergman en el año 72 como una historia de un hombre que va a abandonar a su mujer; compuso seis diálogos entre el amor y el desamor y eso dio origen a la película. Bergman confiesa que tardó dos meses en escribir el guion y toda una vida de experiencias, vida que podemos leer en «La linterna mágica», dejándonos un poso de amargura. Una cosa es el hombre y otra el artista. Treinta años después, vuelve a los mismos personajes, en un nuevo encuentro, pero ahora enfrentados a la impostura, con la aparición de un hijo y una nieta en el tablero. Los guiones de ambas películas los ha publicado Tusquets y como nos gusta el cine para leer lo recomendamos encarecidamente. Pausadamente, podemos convenir cómo se “abren y cierran heridas, y cómo afloran las tensiones y las nostalgias”.

En el año 1940, nos cuenta Roberto Laurenti, en el teatro Master Olofs-Garden un joven director corre con excitación por los pasillos, mientras se va a poner en escena el «Macbetch» de Shakespeare. No nos extraña que con esos antecedentes Bergman nos cautivara con sus primeros planos de cinco minutos. Hoy es difícil mantener la atención con los planos-contraplanos de segundos para vendernos publicidad en televisión. Hagamos un esfuerzo y pidamos a las instituciones que programen Bergman en sus actividades culturales.

Félix Alonso (Colectivo Rousseau)

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