Antonio Sabugueiro, creador de la San Silvestre Vallecana.- “Mi cardiólogo me dice: Antonio, no sabes el bien que has hecho a la salud de los españoles”

Antonio Sabugueiro vive desde 1991 en Collado Villalba y su casa es un museo de tal magnitud que sus paredes no dan para extender las camisetas que tan cariñosamente le ha ido dedicando Rafa Nadal, y eso que guarda como oro en paño las de su primer Roland Garros y el impactante Wimbledon de la final maratoniana ante Federer, dos de tantas, desembaladas para la ocasión. Es lo que tiene el haber dedicado gran parte de sus 84 años de vida al Deporte, y medio siglo largo a la San Silvestre Vallecana, la carrera que desborda la casa de condecoraciones de todo tipo. Destacan la Placa de Plata y la medalla de bronce de la Real Orden al Mérito Deportivo, la primera de 2014 y la segunda concedida un año después de que Sabugueiro fundara en 1964 la que es hoy la segunda gran popular sobre asfalto del mundo, tras la Maratón de Nueva York.

“Seré de los pocos que tengan una doble distinción en la Real Orden”, apunta con orgullo, mientras muestra todo lo demás: los reconocimientos de las federaciones de atletismo de España, Portugal o Marruecos, la txapela de campeón del Cross de Lasarte que le regaló Mariano Haro, o las fotos de las tres audiencias en la Casa Real y la entrega del Silvestre de Oro al Príncipe Felipe. “Tenemos el orgullo de tenerlo como presidente de Honor de la San Silvestre desde 1978, y lleva ya tres años siéndolo como Rey de España”.

El bautismo de Gilabert

Para entender el nacimiento de la San Silvestre Vallecana conviene acercarse a la personalidad de Antonio Sabugueiro, autodenominado como “un loco del Deporte”. Futbolista en la adolescencia en su ciudad, Orense, donde entraba a discutir con el director de su Instituto sobre cómo organizar las actividades deportivas, su inquietud e iniciativa alcanzaron su máxima expresión en Madrid, adonde llegó a los 18 años siguiendo el destino laboral de su padre. Antonio Sabugueiro no encontró continuidad a su carrera futbolística en la capital, pero sí la manera de dar rienda suelta a sus dotes organizativas. “Antes de la San Silvestre ya había organizado pruebas de cross en la Casa de Campo, en Ventas… Pero me pidieron hacer algo en asfalto. La gente era muy reacia, pero no dejé que me quitaran la idea”. La famosa reunión con sus amigos Carlos Roa y Manolo Fernández en la cafetería Bellaluz de la calle Monte Igueldo terminó de gestar la carrera. “Les dije a estos chicos que si estábamos hasta las narices de ponernos hasta arriba de barro en la Casa de Campo, por qué no correr por asfalto y llevar el atletismo a la ciudad”. Así nació en aquel 1964 lo que se llamó en principio el Gran Premio de Vallecas. Lo hizo sin dinero y con poco más de dos kilómetros de recorrido por el bulevar Peña Gorbea, donde ganó Jesús Hurtado al frente de 100 corredores. Las dos primeras ediciones se disputaron el último domingo del año, pero tras la segunda sucedió un hecho para la historia, que desmonta la teoría de que la San Silvestre Vallecana quiso emular a la de Sao Paulo, entonces la mayor del mundo: “Conocía la San Silvestre Paulina, pero nada más lejos de la realidad que querer copiarla. La verdad es que José Luis Gilabert, que fue el primer periodista en contar la medalla de oro de Paquito Fernández Ochoa en Sapporo, presenció aquella segunda edición. Yo entonces era un adicto al diario Marca, coleccionaba todos desde los diez años, y a la mañana siguiente, al comprarlo, vi que José Luis puso en primera página: ‘Madrid ya tiene su San Silvestre’. Ni por lo más remoto se me hubiera ocurrido. O sea, que no la bauticé yo; fue José Luis. Entonces llevamos la carrera del último domingo del año al día 31, y me costó Dios y ayuda, porque tuve que ir al Papado para que bautizasen la marca”.

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Sabugueiro, en el sofá de su casa, explicando los avatares de la San Silvestre Vallecana / Fotografía: Rafa Herrero

Ya como San Silvestre, la carrera se hizo de carácter nacional en la tercera edición. Sabugueiro pasó de recibir los “portazos” de las casas comerciales –“me trataban de loco” recuerda- a lograr patrocinios como el de La Casera, entonces referente deportivo gracias al equipo ciclista de Bahamontes. También, el apoyo de las instituciones: “Conseguimos de la Diputación Provincial la primera subvención que se dio en España a una carrera”. Así, de las 5.000 pesetas de presupuesto de la primera edición, la San Silvestre pasó a ser capaz de pagar el caché de 15.000 pesetas del internacional español, Javier Álvarez Salgado, y de traer a Vallecas a atletas de primer nivel mundial, como el tunecino campeón olímpico de 5.000 metros en México 68, Mohamed Gammoudi, ganador de la cuarta edición. “Profesionalizamos el atletismo español”, zanja Sabugueiro, que sitúa en aquellos años la explosión ambiental de la prueba: “Vallecas acogió la carrera de una manera extraordinaria. Yo traía atletas de nivel porque, aparte de pagarlos, había un comentario unánime en el mundo de que era la carrera que más animaba el público. Vallecas se vuelca, deja sólo un pasillito. Y ese efecto nació cuando ganaba Haro. El público era unánime. Era un clamor a favor de Haro”.

 

La San Silvestre y el Rayo

La primera de la dos victorias del gran atleta palentino se dio en 1966, año en que Sabugueiro, en calidad de Jefe del Servicio de Actividades Deportivas, recibió el encargo de Pedro Roiz Cossío, entonces presidente del Rayo Vallecano, de “dotar de contenido a la juventud vallecana. El Rayo desaparecía y fue cuando fundé sus  secciones deportivas. Llegamos a tener hasta quince: baloncesto, balonmano, béisbol… Hasta colombicultura”, recuerda. Esa pujanza polideportiva contrastaba con las penurias del equipo de fútbol, al extremo de que Roiz Cossío tiró de Sabugueiro para evitar la desaparición: “El Rayo no tenía junta directiva, ni dinero, ni local social; utilizábamos uno de la OJE (Organización Juvenil de España). Y claro, si Vallecas perdía su equipo de fútbol, se iba a armar la de Dios es Cristo. Entonces, el gobernador civil, Jesús Aramburu Olarán, llamó en mi presencia a Santiago Bernabéu y le pidió que mandara al equipo aficionado del Real Madrid para que representara al Rayo. Se hizo un convenio por el que nosotros pagábamos las primas y el Madrid los sueldos de los jugadores y del entrenador, entonces Pedro Eguiluz. Y así empezó otra vez la cosa a florecer”. El papel de Sabugueiro también fue muy importante en el proceso de construcción del nuevo estadio, que tuvo que salvar una gran huelga de operarios, producto del choque entre Roiz – Jefe Local del Movimiento, además de presidente del club- y el entonces alcalde de Madrid, Carlos Arias Navarro. “Fue la primera huelga de España. Desde las secciones deportivas del Rayo conseguimos meter unas pistas de atletismo en la maqueta del nuevo campo, pero luego por el coste no se pudieron hacer”. Tales servicios le valieron para ser condecorado con la placa de plata del Rayo Vallecano, club donde Sabugueiro potenció aún más su capacidad para combatir la escasez de recursos con imaginación. Una de las grandes anécdotas que suele contar es que “teníamos unas camisetas que me servían para el equipo de balonmano y que tenían la manga con un sobrehilado. Y cuando tenía que dar el horario de los partidos, ponía primero el partido de balonmano, y luego el del equipo de baloncesto. Así, los de balonmano jugaban primero con la camiseta entera, y cuando jugaba el equipo de baloncesto les quitaba la manga sobrehilada. Luego, como no había rotuladores, cogía un taco de madera, le prendía fuego, hacía un tizón y, entonces, poníamos los números que correspondiesen”.

Del 1969 en blanco, a la Popular

La San Silvestre tuvo su propia crisis en 1969, cuando Sabugueiro se vio golpeado por la muerte de su padre, fallaron los patrocinadores y no se disputó. Rememorarlo supone que el fundador califique de “padres” al periodista José María García, “porque siempre ha estado detrás con lo que necesitara”, y a Santiago Estrada, entonces Delegado de Circulación de Madrid, del que Sabugueiro cuenta una intervención decisiva: “En los primeros años la carrera no salía de Vallecas, y yo quería sacarla a Madrid para hacer los diez kilómetros y que no se ahogase. Fui a decírselo a Estrada, con quien tenía un trato excelente, y me mandó a ver al teniente coronel Duque, que era el Jefe de Tráfico. Y al llegar a su despacho y explicárselo, me dijo que si yo estaba bien psíquicamente por querer cortar el tráfico de Madrid a las ocho de la tarde en Fin de Año. La San Silvestre pudo morir allí, pero al volver a ver a Estrada, él firmó la autorización. Nos salvó”.

La San Silvestre entró de lleno en la capital y siguió coleccionando grandes corredores, hasta que en 1978 nació la Popular. Fue cuando Sabugueiro recogió un guante del locutor Pepe Domingo Castaño en la Cadena SER: “Me llamó Iñaki Gabilondo para una entrevista con la madrina de la carrera, y allí estaba Pepe, que me dijo: ¿Qué pasa, mucho traer olímpicos y campeones, y para los que corremos en calzoncillos no hay carrera? Y le cogí la palabra. A lo más que llegué con ella es a 3.000 corredores, no le daba importancia. La hacía por darle una oportunidad al que no podía correr la Internacional por tiempos”. Durante 38 años, triunfos memorables como los de José Luis González, Arturo Barrios, Carlos Lopes, Martín Fiz, Fabían Roncero, Chema Martínez, Isaac Viciosa o Zersenay Tadese, han ido paralelos al boom de la Popular, atribuido por Sabugueiro a la llegada de la firma Nike: “Trajeron la evolución de las carreras en España: metieron lo de las camisetas y los lotes. Yo no cobraba inscripción, pero ellos lo estudiaron y lo pusieron. Hicieron una publicidad salvaje, el primer año con un gran derroche en las estaciones de Metro. Y la carrera pasó en un año de 3.000 a 6.000 corredores”.

Para el próximo 31 de diciembre el crecimiento no se detendrá. Según los datos de Last Lap, la empresa en la que delegó la organización la Asociación Deportiva San Silvestre Vallecana que preside Sabugueiro, la prueba batirá un nuevo récord con 42.000 participantes. Uno de ellos podría ser muy especial para el padre de la carrera: “Mi cardiólogo, que suele participar, me dice: Antonio, no sabes el bien que le has hecho a la Sanidad y a la salud de los españoles”.

Jaime Fresno

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